Toc-toc … México y su lujo de no legislar el cuidado
El gasto que no evitó una tragedia /Lo que hay en El Baúl Cerrado
Gracias por estar ahí y abrir esta Cerradura en este regreso. Aquí se hará el mayor esfuerzo para servirte y entablar diálogos epistolares. De las cosas que nos cuentan los datos abiertos y cualquier otro debate marcado por la realidad.
La columna
Lo difícil de nombrar
El lujo de no legislar el cuidado
El trabajo recae como plomo en nuestros brazos. Es la emergencia que se presenta como monstruo. Los viejos se enferman y ya nunca sabremos cómo hubiera sido nuestra vida si las cosas no hubieran sido esas. El miedo cala. Se te agarra de los huesos. Hay que ignorarlo. Pero nuestra respiración se convierte en su oxígeno. También hay que omitir el pensamiento que el mundo se organizó (deformó) en cuanto eligió el patriarcado. Ese sistema que deposita en las mujeres la responsabilidad del cuidado. Este miedo. Telarañas en el estómago. Las roturas de la vida cuando los viejos se enferman.
Pero también – sí, lo sabemos– están los hombres que cuidan. Los que no huyen. Los que eligen la herida para avanzar. Quienes también le temen al sabor amargo que toma la saliva, pero se quedan. Es verdad: también están. Sin embargo y por ahora, los espejos regresan una imagen desequilibrada en la que aparecen ellas con la responsabilidad de los cuidados a cuestas.
México se dio el lujo de dejar pendiente la creación del Sistema Nacional de Cuidados. La pandemia de COVID-19, en 2020, puso en la superficie la manera en que los mexicanos nos cuidamos en la desgracia de la enfermedad: las mujeres, tengan o no trabajo fuera de casa, toman las riendas de inmediato. La sombra de la desigualdad de género se impone con su crueldad.
En noviembre de 2021 fue presentada en el Senado la iniciativa para expedir la Ley del Sistema Nacional de Cuidados. El dictamen, aprobado por los diputados, indica que toda persona tiene derecho al cuidado digno. También que el Estado debe promover la corresponsabilidad entre mujeres y hombres, así como la libertad para decidir si se adquiere o no como obligación. Además, el albedrío de distribuir el tiempo.
Pero todo ello está borrado. Cuando los viejos se enferman no hay derechos. El trabajo cae en nuestros brazos, duro, real, monstruoso. En el de las mujeres que jamás volverán a ver la vida como era. En la de esos hombres excepcionales. México se da el lujo de no legislar.
Por Linaloe R. Flores
Información de: lacerradura.substack.com