Gabriel Trujillo, el botánico estadounidense asesinado en Sonora cuando trabajaba en su tesis

ESPECIAL, jul. 6.- El jazmín tallo, también conocido como guayabillo, es una planta tóxica y con múltiples usos medicinales. Originaria del este y sur de Norteamérica, crece en climas templados y en distintos hábitats de México. Una de sus coordenadas de distribución es la sierra de Sonora, donde el pasado 21 de junio apareció el cuerpo sin vida de Gabriel Trujillo.

El botánico estadounidense, de 31 años y raíces mexicanas, era estudiante de doctorado de la Universidad de Berkeley y había llegado a la región para llevar a cabo trabajo de campo como parte de su investigación sobre esta planta. Pero, a los pocos días de instalarse en Soyopa, un poblado inmerso en un paisaje natural que atraviesa el río Yaqui y donde el ecoturismo constituye el principal reclamo de la comarca, fue acribillado con varios impactos de bala.

Tras la denuncia que su familia interpuso por la desaparición, el científico fue localizado por agentes de la Policía Estatal de Seguridad Pública (Pesp) en un barranco a unos metros de la orilla del tramo de la carretera que conduce de la localidad de San Nicolás a Tepoca, Yécora, según informó la Fiscalía de Sonora en un comunicado el 30 de junio, nueve días después de que denunciaran su desaparición.

El botánico realizaba ese recorrido para avanzar en su investigación doctoral. Aunque las autoridades no se han pronunciado sobre las posibles causas del asesinato, la autopsia realizada reveló que el origen de muerte se debió a varios impactos de arma de fuego. La principal hipótesis apunta a que el homicidio pudiera estar relacionado con la violencia del narco. Convertido en zona de guerra por el crimen organizado, Yécora es uno de los pueblos más afectados por la disputa del territorio de los distintos carteles con presencia en la región. Su situación geográfica, frontera con el estado de Arizona y parte del llamado triángulo dorado, lo ha convertido en un punto estratégico del tráfico de droga a Estados Unidos. Sonora es, además, uno de los Estados más peligrosos para los defensores ambientales.

Trujillo, que desde hacía cuatro años había realizado diversos viajes por territorio mexicano como parte de su tesis doctoral, había llegado a la localidad de Yécora con el objetivo de recolectar ejemplares de jazmín tallo, una especie que por su capacidad de resistencia podría usarse para restaurar ecosistemas.

La línea de investigación del estudiante se centraba en analizar los factores que podrían accionar la evolución de la curiosa transición de algunas plantas leñosas tropicales a zonas templadas. En concreto, de los géneros de Cephalanthus, entre los que se encuentra el jazmín tallo, la planta que el científico pretendía recolectar cuando fue asesinado.

Este grupo de angiospermas leñosas se distribuyen desde zonas boreales hasta zonas tropicales. Y Trujillo trataba de desvelar los mecanismos que le habían permitido esa adaptación climática. Con el objetivo de expandir su distribución a hábitats más fríos, algunos ejemplares tropicales desarrollan estrategias para adaptarse fisiológica, morfológica y genéticamente a nuevos territorios. El biólogo chicano investigaba de forma concreta los mecanismos a través de los cuales ciertas plantas que presentan tolerancia a las heladas pierden o ganan rasgos funcionales y cómo estos atributos facilitan su expansión desde su origen tropical hacia las zonas templadas. Un ejemplo de este tipo de adaptaciones consiste en el desarrollo de tejidos con mayor contenido de azúcares que les permitan tolerar la congelación o la producción de compuestos químicos protectores que ayudan a prevenir la formación de cristales de hielo, evitando el daño celular.

En busca de su herencia indígena

Además de desarrollar su actividad científica, en este último viaje a México, el botánico perseguía reconectarse con su herencia indígena opata, grupo étnico que habita en las montañas de Sonora y Chihuahua. Ciudadano estadounidense, Trujillo manifestaba un fuerte arraigo al país de sus ancestros, el cual compartía con su comprometida, Roxy Cruz-de Hoyos, también chicana y botánica, y quien viajó a México a buscarlo después de que no contestara a las llamadas de teléfono.

Como destacaba el obituario que la joven compartió en su perfil de redes sociales, el científico “tenía una pasión por la naturaleza y la cultura y un impulso incesante por la ciencia. Y encontraba siempre el entusiasmo por aprender y proteger el medio ambiente que tanto apreciaba”.

Mientras las autoridades de México y Estados Unidos trabajan en conjunto para esclarecer el homicidio del estudiante, sus familiares y allegados abrieron una colecta de fondos a través de la plataforma Gofundme para cubrir los altos costes de la logística de trasladar a casa el cuerpo del joven asesinado.

Aunque no parecen existir indicios de un vínculo entre las actividades en la defensa del medio ambiente que llevaba a cabo el joven y su homicidio en territorio mexicano, este crimen se enmarca en el país latinoamericano con más defensores ambientales asesinados en el 2022. En México, la protección de los recursos naturales y la biodiversidad acostumbra a saldarse con la vida. Un fatal desenlace que raramente suele esclarecer, y mucho menos, encuentra justicia.

Por ANDREA J. ARRATIBEL

elpais.com

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