¿Deseos envenenados?

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha”

Mateo 13, 24-43

¿Cómo andamos a mitad de julio, 2023? Espero que nuestros deseos se vayan cumpliendo y las esperas tengan un final feliz con visión de bien común. Clarificar deseos, discernir la novedad que aportan, cultivarlos bien, educarlos en la verdad y el amor… lleva su tiempo. En el surco de la vida también hay esperas que, en un momento dado, pueden hacer desesperar. No todo el tiempo ‘salen las cosas’ como uno quisiera, ni los deseos están bien fundamentados. Así como hay en el camino granos de mostaza, llenos de positividad, puede haber también la mala vibra de la cizaña que, con su negatividad, puede destruir la esperanza y echar a perder los deseos.

Los seres humanos no siempre aprovechamos el potencial del grano de mostaza. Quisiéramos que las consecuencias de las crisis que vivimos se solucionaran pronto, a la carta, fácil y gratis; que el gobierno, los vecinos, la iglesia, los demás… solucionaran nuestros problemas y los deseos se realizaran mágicamente. La realidad es que, así como existe el grano de mostaza y la levadura, también existe una enorme variedad de cizañas que pueden arruinar los buenos deseos. Si no estamos alerta y bien parados, la frustración, el desengaño, la desconfianza y el egoísmo pueden convertir las esperas en un infierno.

La palabra que escuchamos este domingo nos advierte que el mal existe, que la cizaña puede enraizar en el camino, en cualquier momento. Nuestros granos de mostaza y los gramos de levadura pueden echarse a perder: existe la posibilidad del fracaso. Contra la tentación de levantar muros, separar, arrancar, cortar, dar soluciones fáciles… el Evangelio sugiere la espera, la paciencia de Dios: “dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha…”. Dios da tiempo para que el trigo sea trigo; la cizaña cambie; la mostaza llegue a ser arbusto; la levadura dé todo de sí. La conversión a los valores del Reino es un proceso que exige invertir tiempo, ilusiones… y esperas.

La lección del maestro Jesús nos viene muy bien para los tiempos convulsos que vivimos. Se trata de dejar que la verdad sea verdad por sí misma. La paciencia es el tiempo de Dios; el nuestro, la espera activa, confiada, entregada. El Reino de Dios es presencia compasiva, novedad permanente. La cizaña puede introducir el mal en cálculos mentirosamente interesados y pervertir los deseos más nobles.

El cristiano está llamado a ser trigo bueno y levadura humilde en un mundo complejo, tentado en su fragilidad, confundido por sus ‘supuestos’ saberes. Las ofertas de ‘salvación’ que promociona el marketing humano pueden confundir el trigo y la cizaña. Estar despiertos, ser pacientes activos, solidarios colaboradores, es la tierra buena para sembrar las semillas del Reino. Dios espera frutos madurados por el amor. Los resultados inmediatos no entran en el plan de Dios.

Que Dios nos conceda el don del discernimiento, nos dé serenidad en las esperas y amor fecundo a prueba de todo tipo de cizañas.

Con mi bendición y afecto.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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