¿Papás misioneros?

XI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A

“Jesús envió a sus doce apóstoles con instrucciones”

Mateo 9,36-10,8

El tercer domingo de junio celebra el día del padre con festiva y reflexiva gratitud. La alegría aflora inmediatamente en quienes pueden convivir todavía con sus papás; la nostalgia, en quienes ya hemos sepultado sus cuerpos, pero no la memoria de su amor generoso. Gracias infinitas, papás; merecen las mañanitas, una corona de laurel en la tierra y la gloria que sólo Dios Padre puede dar en la eternidad.

Una mención especial a los papás que fueron arrebatados injustamente por la violencia inhumana, asesina. A un año de los hechos de Cerocahui, nos solidarizamos con familias y pueblos que sufren la impunidad de autoridades y la indiferencia de muchos más. Nuestro reconocimiento al papá que nos ha deseado, amado, engendrado, visto nacer, alimentado, educado, corregido, acompañado… cualquiera que sea su situación. Este día nos proporciona la oportunidad para reflexionar sobre la paternidad y los valores fundamentales que encierra, significa y comunica al hijo y a todo un pueblo.

A medida que vamos creciendo en edad (no siempre en sabiduría y gracia) vemos y experimentamos la presencia de papá de manera diferente. Hoy queremos acentuar su presencia en los momentos más difíciles de su paternidad, cuando su responsabilidad es clave para que sus hijos sean portadores de paz y mensajeros de esperanza. Nuestros padres han tenido que navegar también en mares turbulentos, días oscuros, momentos políticamente inciertos y mucho más. Su fe en Dios, el apoyo incondicional de la madre y la fuerza de la familia han hecho lo suyo para sacar la barca adelante y llevarla a buen puerto.

 En el Evangelio proclamado este domingo, Jesús se enfrenta a una situación crítica: mucha gente cansada y abatida por diversas razones se acerca a Él. Jesús ora antes de indicar el camino y se compadece como todo un buen samaritano. Su corazón se enternece al ver el corazón humano en sus contingencias, emergencias, aspiraciones, posibilidades. No se queda paralizado ante los desafíos. Decide, habla, llama, elige, da instrucciones, envía. Constata necesidades, se conmociona, hace que el amor se haga abrazo concreto, paciente, compasivo… efectivo.

Queda claro que Jesús elige y envía a sus discípulos/apóstoles a la misión. Los retos de aquel tiempo son los de este tiempo: hacer presente el Evangelio en las diversas y complejas situaciones de la vida. Cómo me gustaría que cada padre de familia pusiera su nombre en el lugar de los apóstoles citados en el Evangelio. El reto sigue siendo ser misioneros de ternura, responsabilidad, compasión, paz, respeto, cercanía, participación… en las diferentes edades de vida de los hijos. La misión es una gracia que pide corresponsabilidad y cercanía con la gente cansada y abatida de nuestro tiempo.

Qué bueno que oramos por la misión y el aumento de vocaciones misioneras. También es necesario orar para que cada padre de familia sea misionero; mire, atienda, escuche, se compadezca de sus hijos y de quienes andan extraviados en las calles de la vida. Pasemos del canto de las mañanitas al compromiso generoso hacia los hermanos que la están pasando mal.

Con mi cercanía y bendición.

+ Sigifredo Obispo de/en Zacatecas

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