Oposición, un perfil para la polarización
ESPECIAL, jun. 30.- La encuesta que publicó El Financiero este miércoles sobre cómo arrancaron los aspirantes a la candidatura presidencial de la oposición, arrojó un sorprendente grupo de cinco donde la diferencia entre todos se encuentra dentro de los márgenes de error. En la punta están empatados Xóchitl Gálvez y Santiago Creel, con 11% de preferencia, seguidos de Lily Téllez –que ya se bajó de la contienda que organiza el Frente Amplio Por México– con 10%, Enrique de la Madrid con 8%, Claudia Ruiz Massieu y Miguel Ángel Mancera con 7% cada uno. La fotografía no es promisoria: si hoy fueran las elecciones presidenciales, Morena ganaría por 10 puntos, según un estudio de Demoscopía.
La oposición está en otras cosas, en los albores de su proceso, y se encuentra inmersa en un debate público por el método que propusieron para sacar a quien mejor sea evaluado, mediante un entramado complejo que a varios no gustó. Téllez fue la última en retirarse del proceso organizado por el frente y el domingo, con las meras filtraciones a la prensa sobre su arquitectura, Germán Martínez hizo lo mismo. El único candidato ciudadano distinto a los 14 que levantaron la mano para participar, Gustavo de Hoyos, aún no dice si juega con las reglas planteadas o ve para otro lado.
Sin embargo, el proceso iniciado el lunes, más allá de si gusta o no el método, cambió el metabolismo de la oposición y, después de meses de ausencia eficaz en la arena pública, pasó al centro de la conversación. El proceso híbrido de consulta directa, encuestas y foros, irá descartando aspirantes hasta tener una terna finalista de la cual saldrá la candidatura el 3 de septiembre, tres días antes del anuncio de Morena sobre quién abanderará al partido en 2024.
Aunque todo apunta a que Claudia Sheinbaum será la candidata presidencial y aún no debe descartarse a sus adversarios, lo que sí debe tener claro la oposición es que la estrategia que desarrollará López Obrador y Morena para mantener en su bolsa la Presidencia es la polarización, el método permanente que utiliza el Presidente para cohesionar a los suyos, dividir a la oposición y ganar elecciones.
Es fácil argumentar que, definitivamente, habrá una campaña polarizada. En un interesante análisis publicado hace un mes sobre el fenómeno, el jefe de encuestas de El Financiero, Alejandro Moreno, explicó que la polarización significa tener puntos de vista no sólo contrarios, sino alejados uno del otro, donde en un tema de conflicto, en vez de tomar posturas intermedias, algunas personas se van a los polos o puntos extremos. Es decir, “se polarizan”.
Al tener la polarización política distintas facetas y poderse medir de maneras diferentes, agregó, una forma muy sencilla y común de identificarla es ver cuántos mexicanos se ubican en los extremos de un eje ideológico de izquierda y derecha. Moreno citó la encuesta de El Financiero en marzo de este año, donde 21% de las personas entrevistadas se ubicó en el punto 1 de una escala de 10 puntos de izquierda a derecha, mientras que 15% se ubicó en el punto 10, lo que arrojó que las posturas extremas sumaron 36% del total, mientras que las centristas representaron 30%.
Pero en marzo de 2011, en el quinto año del gobierno de Felipe Calderón, otra encuesta que realizó Moreno para Reforma encontró que los extremos representaron 27%, contra 33% que se ubicó en el centro. En 12 años, el extremismo ganó nueve puntos, equivalentes a 4.5 millones de electores, lo que marca una tendencia a la polarización que, puede argumentarse, ha sido alimentada por López Obrador como parte de su estrategia electoral. Su narrativa mañanera y su desinterés sobre cualquier tema que no represente votos lo encasillan en ese objetivo.
Jorge Buendía, fundador y presidente de Buendía y Márquez, no ve la polarización como Moreno, y considera que este fenómeno sólo podría definirse de esa manera si existieran dos grupos de tamaño relativamente parecidos y encontrados con posiciones diversas, lo que no es el caso con López Obrador y Morena, donde la mayoría de las personas los ven con simpatía, de acuerdo con todas las encuestas públicas conocidas. En la encuesta de encuestas de Oraculus.mx, en 53 meses en el cargo López Obrador tenía 67% de aprobación, cuatro puntos más que Ernesto Zedillo, y 45 arriba de Enrique Peña Nieto.
La ecuación electoral que tiene que realizar la oposición para 2024, en estos momentos, no es compleja. Para ser competitiva requerirá una candidata o candidato disruptivo que pueda polarizar y enfrentar a Sheinbaum o a quien decida López Obrador como sucesor. Bajo ese parámetro, Gálvez y Téllez son las mejor dotadas. Creel y los demás en la encuesta publicada en El Financiero no entran en ese molde.
No se puede olvidar que el centrismo es una estrategia que ya no funciona. Roberto Madrazo lo intentó en 2006 cuando contendió por el PRI, y fue borrado por Felipe Calderón y López Obrador. Alejandra del Moral hizo recientemente una campaña sin contrastes y con guantes de terciopelo contra Delfina Gómez, quien rompió la hegemonía del PRI en el Estado de México de casi un siglo de dominio.
La polarización que vivimos no es ideológica, sino emocional y pasional, que se alimenta por la creciente animadversión entre los simpatizantes de los partidos y la inexistencia de grises para evaluar a López Obrador: lo aman o lo odian. El Presidente no aparecerá formalmente en la boleta presidencial, pero la elección será sobre él y para un referéndum sobre su mandato.
¿Quién puede encabezar mejor a la oposición? En la actualidad no hay lugar para los moderados y los centristas. López Obrador es el rey maniqueo y ha definido el campo de batalla electoral. Si la polarización es el nombre de su juego, el frente y quienes voten por sus candidatos deben pensar que sus posibilidades pasan por el choque y la ruptura, no por actitudes timoratas. Gálvez y Téllez son opciones, pero no necesariamente deban ser las únicas.
Por Raymundo Riva Palacio
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