25 canciones que se deberían borrar de la historia del rock o del pop

ESPECIAL, jun. 25.- El crítico musical de The New Yorker y autor del superventas El ruido eterno, Alex Ross, se puso hace unos años a indagar quién era el autor del aforismo: “Solo hay dos tipos de música, la buena y la mala”. Concluyó que lo dijeron dos titanes del jazz, Duke Ellington y Louis Armstrong. Pero el hilo del que tiró le llevó al compositor italiano Gioachino Rossini (1792-1868), al que se le adjudica esta frase: “No existe la distinción entre la música italiana, francesa y alemana; solo hay dos tipos de música, buena y mala”. No existen géneros malignos, sino piezas detestables. Todos sabemos cuándo una canción no cumple un mínimo de calidad. Pero qué pasa con algunos temas creados por artistas talentosos con millones de seguidores y peso en la historia del pop y el rock. Nosotros hemos propuesto un juego: qué canciones se podrían eliminar que fueron creadas por músicos de fuste. ¿Las razones? Porque se han quemado de tanto escucharlas, porque el tiempo las ha devaluado, porque crearon una tendencia que fue nefasta o porque su mensaje hoy chirría. Sin pontificaciones, pero mojándonos, esta es la elección de 25 especialistas. No se enfaden más de la cuenta: es solo una travesura.

– ‘Hotel California’, Eagles (1976)

Íñigo López Palaciós (ICON): “Odio a los putos Eagles, tío’, decía El Nota, protagonista de la mítica película El Gran Lebowski, dirigida por los hermanos Cohen. Irónicamente, la película incluía una versión de Hotel California ejecutada por Gipsy Kings que produjo el enésimo renacimiento del tema de 1976, que nunca se ha ido del todo: en 2014 un informe de la consultora Nielsen decía que en las emisoras estadounidenses sonaba Hotel California, el himno flácido del rock de Laurel Canyon de los setenta, una vez cada once minutos. Como con American Pie, de Don McLean, parece que no hay forma de librarse de él. Si hay algo que resulta profundamente odioso en la música son esos grupos que llegan tarde a todo y que precisamente por eso se llevan todo el éxito que les faltó a los pioneros. Los Eagles, mitad hippies de palo, mitad cowboys de pacotilla, eran exactamente eso. Y nada lo representa mejor que la meliflua y blandengue Hotel California”.

– ‘All For Love’, Bryan Adams (1993)

Gregorio Belinchón (EL PAÍS): “El ébola de las canciones para bandas sonoras, interpretado por tres cantantes que juntos provocaban más miedo que el trío de las Azores. En 1991, Bryan Adams había plantado la semilla del mal: la canción (Everything I Do) I Do It for You para la banda sonora de Robin Hood: el príncipe de los ladrones. La capacidad del tema de Adams de ahogar en almíbar la historia del ladronzuelo de Sherwood no pasó inadvertida para algún ejecutivo de Hollywood, que haciendo honor a su cargo, ejecutó: le encargó a él y a su equipo de compositores otro tema para otra película de aventuras: Los tres mosqueteros. Pero claro, siendo tres espadachines hacían falta dos cantantes sin prejuicios que acompañaran al canadiense: Sting y Rod Stewart remataron ese engendro. Antes de que reinaran los algoritmos ya había productos predecibles como esta All For Love (1993), en la que encima Adams, Sting y Stewart se lanzan a jacarandosos juegos vocales y a ripios como “cuando es amor lo que das, lo haremos todo por uno y todo por amor”. Alejandro Dumas vomitaría. Con todo, lo peor no fue su lanzamiento, sino su influencia en los años noventa, donde todas las películas de Hollywood contuvieron en su interior baladas similares, hasta llegar a My Heart Will Go On, de Céline Dion, para Titanic. Imposible superar esta guinda de pastelaco”.

– ‘Lady Madonna’, The Beatles (1968)

Alfred Crespo (Ruta 66): “Simplemente irritante. ¿Cómo puedes confesar haber robado un riff de piano del bueno de Fats Domino, aunque lo disfraces de inspiración subconsciente, para acabar estropeándolo de ese modo? El culpable principal fue Paul McCartney, ya que Lennon la firmó a medias pese a no aportar prácticamente nada. Esperemos que no fueran idea suya ni los desquiciantes coros ni esos arreglos de viento de feria de pacotilla, y eso que tenían al gran de Roonie Scott y su saxofón en el estudio…”.

– ‘Beautiful Day’, U2 (2000)

David Gallardo (Infolibre y Mercadeo Pop): “Después de alcanzar cotas de excelencia en los años noventa, U2 encaraba el nuevo milenio anunciando una vuelta a las raíces más básicas. Algo que, en esencia, significaba el fin de la audacia creativa y la actitud desafiante. Puede que Beautiful Day sea algo así como un clásico tardío en una discografía que ya no volvería a conocer la excelencia pero, precisamente por eso, en un disco titulado All That You Can’t Leave Behind (Todo lo que no puedes dejar atrás), este bonito día resume, en realidad, todo lo que la banda irlandesa nunca debió dejar atrás”.

– ‘Smoke On the Water’, Deep Purple (1972)

David Esquitino (periodista musical, responsable de Redhardnheavy.com): ”¿Cuántas veces puede un ser humano escuchar una canción hasta hartarse? ¿Cuántas veces podemos tener la misma canción en el mismo repertorio de una banda, de otra, de sus artistas satélite, de sus hijos putativos (Glenn Hughes, Joe Lynn Turner, el propio Richie Blackmore y sus Rainbow… ¡incluso Dio!)? Y encima siempre al final como esperado e inevitable fin de fiesta. A ver, que es una canción fantástica, pegadiza, sencilla pero efectiva como ninguna, el riff perfecto y por antonomasia santo y seña del rock… Pero no, no podemos escucharla más. No puede sonar en más programas de radio, en más emisoras generalistas, en más anuncios, en más conciertos… Con la de canciones maravillosas, conocidas y desconocidas, que tienen Deep Purple en más de 50 años de historia, ¿y siempre tiene que ser Smoke On the Water? Cómo decían en aquella famosa película, pero cambiando el argumento, cuando entréis a probar alguna guitarra en una tienda podéis tocar Stairway to Heaven, pero otra vez el principio de Smoke On the Water, no. Madre mía cuánto se ha estirado el chicle del incendio aquel en Montreux…”.

– ‘Lemon’, U2 (1993)

Miguel Ángel Bargueño (periodista musical y autor libros musicales como Enrique Urquijo. Adiós tristeza): “Por más vueltas que le doy (desde 1993 no pienso en otra cosa), no consigo averiguar por qué la canción Otro día más sin verte, de Jon Secada (1992), caló tanto en U2 como para que el grupo irlandés decidiera grabar un año después Lemon, cuya base rítmica es calcada. Aderezado, por si fuera poco, con un falsete a cargo de Bono que invita a salir corriendo y varios intentos de estribillo, el mejor de los cuales consiste en un difuso ‘uuuuh… aaaah…’ sobre un colchón de piano. Se entiende que todas las bandas de rock deban sacar los pies del tiesto al menos una vez en su carrera para luego poder vender la tan manida ‘vuelta a los orígenes’, pero aquí demostraron una vez más que el mezclar limón con cualquier otra cosa siempre es una mala idea. Para colmo, Joaquín Reyes hizo suyo el Lemon y hoy resulta imposible escucharlo sin troncharse”.

– ‘Pesadilla en el parque de atracciones’, Los Planetas (2002)

Ana Marcos (EL PAÍS): “Me cuesta elegir una sola canción del indie español. Eliminaría todas aquellas que durante dos décadas me hicieron enamorarme una y otra vez del mismo tipo: ese rebelde sin causa, disfrazado de mod, canalla, crápula, intenso, ese gran genio que deambulaba por las calles de Malasaña. Si tengo que elegir, mi venganza es contra Pesadilla en el parque de atracciones, de Los Planetas. Por decir alguna de esta banda, porque hay varios ejemplos. Cuando la última ola feminista se convirtió en tsunami, por fin me di cuenta de que durante demasiado tiempo la cultura de este país premió a músicos, escritores y cineastas para los que las mujeres solo fuimos musas o villanas. Porque o éramos esa fuente de inspiración sin derechos de autoría o esas malas que no aguantábamos que un genio es ese que puede drogarse hasta el amanecer, enrollarse con no sé cuántas y tener el derecho a volver a casa a pasar la resaca en el regazo de su novia. Y encima todo envuelto en la dañina etiqueta del amor romántico”.

– ‘Still Loving You’, Scorpions (1984)

Pablo Mayoral (Corsarios del Metal, en Radio Enlace):“Still Loving You no fue la primera balada del heavy metal que triunfó a nivel de masas, pero sí que es la que dio pie a la odiosa frase: ‘No me gusta el heavy metal, salvo las baladas’; la sentencia de cuñado por antonomasia en cuanto a heavy se refiere. Lo anterior ya sería razón suficiente para borrarla del mapa, pero además su éxito eclipsó toda la producción musical de Scorpions, anterior y posterior. ¿Lo peor? Que la historia se repitió con Wind of Change”.

– ‘Run for Your Life’, The Beatles (1965)

Ricardo de Querol (EL PAÍS): “Cuesta creer que en Rubber Soul (1965), el álbum de madurez de unos Beatles empapados de influencias americanas, que empiezan a escribir letras más ambiciosas inspirados por Dylan, se les hubiera colado esta apología del crimen machista. Compuesta por Lennon (firmada, como siempre, con McCartney), su primera estrofa es atroz: ‘Preferiría verte muerta, chiquilla, que con otro hombre’. Esa frase no era original de John: la había tomado de un tema que cantaba Elvis Presley en 1959, Baby, Let’s Play House, que incluía el detestable mensaje. Pero en la letra que desarrolla Lennon no hay atenuante alguno, porque no deja de dar vueltas en esa idea de un (falso) amor posesivo y amenazante. ‘Nena, estoy decidido y prefiero verte muerta. Será mejor que corras para salvar tu vida’. Quizá como revancha feminista, Nancy Sinatra la versionó al año siguiente cambiando el sexo de la víctima: ‘Run for your life, little boy’. Lennon reconocería años después que era su canción ‘menos favorita’ de los Beatles. Y comentó que sobre todo le gustaba a Harrison, que se luce con la guitarra. Para quien no entendiera la letra, pasaría por una buena canción de los Beatles. Para cualquiera que la entienda no puede serlo”.

– ‘Clavado en un bar’, Maná (1997)

Blanca Lacasa (especialista en música y escritora). “Esta canción se merece estar en esta lista. Por llevar más de dos décadas taladrándome la cabeza, por detentar uno de los peores títulos de la historia, por responder a todos y cada uno de los clichés del rock de manual (ese inicio de reggae facilón, ese solo de guitarra, esa paradita estratégica, esas subidas y bajadas perfectamente estudiadas, esa cosa tan aburrida del alcohol como refugio del desengaño amoroso…), pero, sobre todo, por tener la melodía más pegajosa imaginable. La misma que a usted se le acaba de aparecer y que le está haciendo cantar, muy bajito pero con cierta épica: ‘Estoy clavado, estoy herido, estoy ahogado en un bar, desesperado en el olvido amor’. Reconozcamos el maligno mérito de alumbrar una canción que, a la primera escucha, se cuela en el hipocampo para siempre jamás”.

– ‘Don’t Worry, Be Happy’, Bobby McFerrin (1988)

Alex Vicente (Babelia): “¿Los últimos coletazos de la Guerra Fría, la catástrofe de Chernóbil, los estragos del neoliberalismo, la epidemia del sida, la guerra de ocho años entre Irak e Irán? Nada de eso tenía importancia para Bobby McFerrin, que cantaba con falso acento jamaicano (o latino, como aseguró él luego, como si fuera menos ofensivo) que bastaba con olvidarlo todo y ser feliz. Por supuesto, esta oda a la placidez impostada conquistó el mundo. ¿Tu mujer te ha dejado? ¿Tienes problemas para pagar el alquiler? Silba un rato y se te pasará. Su ligereza pudo tener su gracia en los amorales ochenta —ganó los tres principales premios Grammy de 1988—, pero hoy resulta nauseabunda. Encima, abrió camino a otros irritantes himnos a la euforia sobreactuada, como Happy, de Pharrell Williams, o Can’t Stop The Feeling, de Justin Timberlake. Haciendo un poco de arqueología, descubrimos que George Bush la usó en la campaña que lo condujo a la Casa Blanca. Y que McFerrin, respetado músico de jazz, se puso a hacer música comercial cuando saltó a la fama al interpretar a cappella la sintonía de La hora de Bill Cosby. Es decir, que la culpa fue de Bush y de Cosby. Y, de repente, todo tiene sentido”.

– ‘Bohemian Rhapsody’, Queen (1975)

David Saavedra (Rockdelux): “Vale que Freddie Mercury era un gran frontman y vocalista, eso está fuera de toda duda; pero musicalmente, las aportaciones de Queen a la historia del rock han sido más perniciosas que positivas. Bohemian Rhapsody, su canción más emblemática, es una tabarra pretenciosa en forma de rock operístico, y una demostración de que no siempre el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría. Es grotesca, camp y, al tiempo, grandilocuente. Puro artificio onanista sin ningún contenido. Pero lo peor es lo que vino después: decenas de imitadores más pesados todavía (Muse, My Chemical Romance, etc), bandas tributo por doquier, extravaganzas de teatro musical y legiones de fans que, mirándote con superioridad cuñadista, identifican a Queen con el epítome de buena música”.

– ‘Corazón partío’, Alejandro Sanz (1997)

Xavi Sancho (EL PAÍS): “Fue un éxito descomunal, apabullante, convirtió a su creador en estrella global y sonó tanto, en tantos sitios y durante tantos años, que resulta casi imposible mirar hacia atrás y no encontrar un momento en la vida de uno en que no pensara justo lo contrario que creía las primeras veces que la escuchó: que tampoco estaba tan mal. Al final, casi terminaba uno convencido de que aquello de bajar la luna ‘para que juguemos’ era hasta poético, y no lo que en realidad era y es, el concepto precursor del ‘se te ha caído una sonrisa’ y de los hilos en Twitter del tipo aquel que lleva pinzas en el pelo y que cada vez que lo ves deseas que estén electrificadas y tú cerca de un enchufe. Corazón partío, pues, es el Stairway to Heaven de los fans de Sensación de vivir, El diario de Patricia o la primera edición de OT. Un tema para una generación que igual creció algo acomplejada por la asertividad cultural de sus mayores (intente usted debatir con un fan de Springsteen o Scorsese), pero que con el éxito de Estirando el chicle o Élite se sintió emancipada y se volvió tan plasta y resabiada como las anteriores”.

– ‘Blue Monday’, New Order (1983)

Dario Prieto (El Mundo): “Mi colega granadino Bolívar (del grupo Enrique VIII) tiene una frase: ‘DJ que pincha el Blue Monday, DJ al que se le corta la mano’. Estando totalmente en contra de cualquier castigo físico (y muy a favor de New Order y de esta maravilla de canción), no me queda más remedio que darle la razón. Estoy dispuesto a que el tema de marras desaparezca de la faz de la Tierra (y que solo suene en mi cabeza, como en Fahrenheit 451) con tal de no volver a oírlo en ninguna discoteca indie ni nada parecido”.

– ‘When Love Takes Over’, David Guetta (2009)

Sergio C. Fanjul (EL PAÍS): “Esta canción podría ser el epítome de la degeneración de la música electrónica en eso que se dio en llamar EDM (Electronic Dance Music). Es decir, del paso de los ritmos maquiniles de los clubes oscuros y percusivos a, tomados por la gran industria, llenar estadios para todos los públicos, democratizando el gusto por las drogas recreativas y rebajando el octanaje y la complejidad para acercarse al pop de baile. David Guetta es el dj exitoso, sonriente e inofensivo, cuyos ritmos y melodías siempre alegran el corazón, tanto de las clases medias en esos atascos de radiofórmula, como de las élites ibicencas de parranda instagrameable. Es cierto que hoy casi todo es electrónica, pero Cuando el amor toma el control, cantada, o cantadita, por Kelly Rowland, utilizada ad nauseam en anuncios televisivos, es ejemplo de esa electrónica masificada, brutota y descerebrada, de gominola mojada en polvillos, hedonista premium para un mundo en sus últimos estertores”.

– ‘Imagine’, John Lennon (1971)

Fernando Navarro (EL PAÍS): “Hay canciones que no son malas pero que tienen algo irritante. Algo que molesta en su manera de ser, en su propia naturaleza. Nada más y nada menos. ¿Qué tiene que tener una canción para que sea maravillosa e irrepetible? No se sabe. ¿Qué tiene que tener para que saque de quicio aun siendo buena? Tampoco se sabe. Imagine de John Lennon es una de esas canciones bonitas y aparentemente apta para todos los oídos; pero también el dulce es aparentemente apto para todos los paladares y puede llegar a crear empachos, digestiones chungas y subidones nocivos de azúcar. Esta canción es una balada al piano sin pirotecnia ni grandes acrobacias, pero en su sencillez está parte de su problema. ¿Por qué?

Porque Lennon quiere ser Paul McCartney, el maestro de las baladas pop, y termina derrapando en ñoñería y exceso de azúcar con una letra como de acampada de instituto o retiro espiritual a 1.000 pavos la noche. Apoyado por esas cuerdas tímidas y bienintencionadas, Lennon, además, parece sonámbulo en su interpretación, como ese amigo intenso que cierra algo los ojos al hablar creyendo que así es más interesante. Es una composición que está tan estudiada en su karma etéreo que termina rechazando al oyente que no cree que las nubes son de algodón. Enoja porque ni siquiera tiene ironía o, ya puestos, una intensidad descomunal como de sentimientos a flor de piel, lo que se suele pedir a este tipo de baladas. Y eso sin hablar del videoclip con un Lennon y una Yoko Ono que dan ganas de pagarles en ese año 1971 que se publicó la canción un billete a Detroit para que conozcan a The Stooges”.

– ‘Old MacDonald’, Elvis Presley (1967)

César Martín (Popular 1): “Siempre me ha parecido una de las canciones más irritantes de todos los tiempos, y es incómodo escuchar a Elvis cantando este horror en su desastrosa película Double Trouble. El tema, por supuesto, se incluyó en el disco de la banda sonora. Curiosamente, otro de mis grandes héroes personales, Frank Sinatra, grabó también la dichosa Ol’ MacDonald Had a Farm, y fue añadida posteriormente como bonus extra a uno de sus discos clásicos de los sesenta, Sinatra’s Swingin’ Session!!! ¡Esa condenada canción me persigue!”.

– ‘Someone Like You’, Adele (2011)

Silvia Hernando (Babelia): “El consejo para participar en esta lista era la de no mencionar ninguna canción demasiado obviamente irritante, tipo Macarena o Baby Shark. Pero, quepa aquí la inquietud: ¿no es la música de Adele un poquitito transparentemente molesta? A tenor de los millones de álbumes que ha despachado, las multitudes dirán que no. Pero… ¿alguien que se levante para denunciar de una vez por todas que sus canciones suenan siempre a la misma canción? Empalagosas, intensitas, quejicosas, sobreactuadas. Agotadoras a la par que narcolépticas. En concreto, Someone Like You, es todo eso y algo peor: una sosería solemne. Menos personalidad que una patata con dos ojos pintados. ¿Que la cantante tiene un vozarrón portentoso? Evidente. Pero no estamos hablando de eso, hablamos de que alguien tiene que darle la noticia, al menos de cara a futuras entregas: Adele, vale ya de dar dentera, los señores por los que te lamentas no se lo merecen. Y, la verdad, nosotros tampoco”.

– ‘Sweet Child O’ Mine’, Guns N’ Roses (1987)

Santi Carrillo (Rockdelux): “Escojo esta pieza de resistencia de Guns N’ Roses, grupo que tan buenas críticas ha obtenido con su reciente concierto de regreso de tres horas y media (toma ya poderío) en Madrid. ¿Por qué? La verdad es que nunca he soportado el rockismo vetusto y caricaturesco de la banda angelina. Esos tahúres del rock que hicieron de los topicazos una marca de fábrica con la que, supuestamente, emparentarse con el look bohemio (entre poshippie y un poco gypsy) de los Rolling Stones canallas de los años setenta o, antes, de un Jimi Hendrix pinturero. No soporto los gorgoritos de Axl Rose retorciendo su voz para vendérnosla blues e intentando darle sentimiento a una letra simplona sobre la idealización de su amor por su entonces novia y después esposa Erin Everly (la hija de Don Everly, de los Everly Brothers); una sonrisa que transporta a Axl a la infancia: cuánta pureza en un grupo de malvados rockeros (paradójico).

Aunque lo mejor de todo es la idea primigenia para el vídeo —y, obviamente, no aceptada—: delirante crítica al narcotráfico con una mujer asiática en un país extranjero que, atención, porta un bebé relleno de heroína que, como no podía ser de otra manera, fallece. Bien, chicos. He de decir, no obstante, que el solo de Slash es de nivel superior dentro de la categoría de hard rock vagamente sentimentaloide y que es el portentoso aval de todos los premios, reconocimientos, tributos y apariciones en bandas sonoras de la (fofa) canción de marras, que se pone tremenda (de terrible) con los malditos ‘whoa, yeah, whoa, oh oh oh’ de Axl”.

– ‘ Wonderwall’, Oasis (1995)

Laura Fernández (periodista y escritora): “Sí, fue un himno de los 90, pero uno que resultaba insustancialmente insoportable. Hay algo de machaconamente altivo —probablemente, el exceso de ego de los hermanos Gallagher— impregnando la canción que hoy ostenta el título de “hit a su pesar”, o aspira a uno de los más Odiosos Supuestos Hits de la Historia, en general, y del brit pop en particular. El que resulte odioso incluso para los Gallagher que, al escuchar la versión —preciosa y profunda, con infinidad de matices— que hizo Ryan Adams en su imprescindible Love Is Hell, quedaron fascinados y le pidieron que, por favor, se la quedara, da una enorme pista al respecto. Nadie la quiso en realidad nunca, y quizá por eso se volvió insoportable”.

– ‘Womanizer’, Britney Spears (2008)

Nerea Basterra (EL PAÍS): “Si las canciones están destinadas a acompañarnos, a formar por elección propia nuestro álbum musical de recuerdos, Womanizer (incluida en el disco Circus) no debería perdurar. Fue necesario que naciera, seguro, porque supuso el reencuentro con la Princesa del Pop tras el año más preocupante de su vida, por los muchos cierres de discoteca que amablemente nos procuró esta canción, porque nos abrió el apetito para saborear aún más las verdaderas joyas del disco (Circus, retadora; If U Seek Amy, potentísima; Kill the Lights, necesaria). Pero no, no hace falta que perviva, podemos olvidar esos 3:44 de base convulsiva, de incontables e injustificados womanizer y, sobre todo, de una Britney impersonal que en realidad no nos cuenta nada ni lo intenta. Para hablar de tipos indeseables ya lo clavó con Toxic”.

– ‘With or Without You’, U2 (1987)

José Fajardo (Gladys Palmera): “With or Without You? “¡Conmigo no cuentes, Bono! Este atentado contra el buen gusto ha ejercido una influencia nefasta, fatal para nuestros tímpanos, es culpable de lo peor del rock que vendría: de los gorgoritos más irrisorios de Chris Martin, de todas esas bandas anglosajonas grandilocuentes y pestiño que durante décadas inundaron la música que escuchó la juventud española y, al fin, de todos esos indies de pacotilla intensos y sufridos que nos venden su compromiso primermundista como algo genuino. Esos coros épicos insoportables, la letra de preescolar, los arreglos sonoros in crescendo que han arruinado nuestras vidas tras ser imitados por publicistas despiadados… Y detrás del engendro está Bono, guardián de la moral de Occidente, candidato al premio a Mr. Perezas cada año sin fallo”.

– ‘Love the Way You Lie’, Eminem y Rihanna (2010)

Bea G. Aranda (periodista musical): “Siempre me interesa escuchar lo que un músico relevante y con influencia tiene que decir sobre la naturaleza de la violencia o de las relaciones entre nosotros, especialmente si es Eminem, un rapero que ganó un Óscar y es poco dado a esconder sus traumas: en sus letras no solo habla de armas, billetes y mujeres asiáticas sentadas en la limo. Pero cuando salió Love the Way You Lie la decepción fue mayúscula. Todo daba mal rollo, especialmente porque más bien parecía sensacionalismo barato sobre la sonora pelea entre Chris Brown y Rihanna de un año antes. Versos como ‘si alguna vez trata de salir de nuevo, voy a atarla a la cama y…’ no romantizan los abusos como sí se podría interpretar en algunos temas pop de, por ejemplo, Lana del Rey, pero tampoco dejan ninguna reflexión a la vista. A todo esto, la producción de Alex da Kid (guitarra, piano y hardcore rap, todo a la batidora), ha envejecido muy mal y solo ayuda a que el tema musicalmente sea una secuencia de parches unidos por el morbo de quienes cantan”.

– ‘Human’, The Killers (2008)

Fernando Neira (Cadena SER, EL PAÍS y undiscoaldia.com): “The Killers es un grupo a ratos apreciable y otras veces tirando a rancio y ultraconservador. No se me ocurren lemas tan absurdos como ese de ‘somos humanos o somos bailarín’ (sic), que repiten una y otra vez, más allá de que no exista profesor de inglés en todo el mundo capaz de descifrar por qué Brendan Flowers decidió cantar ‘dancer’, en singular, y no ‘dancers’. La canción es manifiestamente hortera y facilona, pero sin gracia. Y encima incluye, ya puestos a confesarlo todo, un movimiento armónico que siempre me pareció horripilante. Buscadlo en el 2′40″: es una patada al oído”.

– ‘Nothing Else Matters’, Metallica (1991)

Carlos Marcos (EL PAÍS): “Existen varios memes sobre la (posible) pérdida de autenticidad de Metallica, sobre su traición-al-auténtico-heavy-metal. ¿Cuándo se vendió el grupo californiano? Esa es la cuestión. En una de esas bromas se lee: “Metallica se vendieron cuando se formaron. Las bandas de verdad nunca se forman”. A ver quién rebate este argumento. Sin llegar a esos extremos si se podría decir que algo perdió el grupo cuando pasó de década y encaró los noventa. Editaron el llamado Álbum negro, producido por Bob Rock, un especialista en rock para la MTV (Mötley Crüe, David Lee Roth). Metallica ya había grabado algunos temas lentos en sus anteriores trabajos. Pero Nothing Else Matters era una balada, ¡una balada heavy!, al estilo de… ¿Scorpions? Algo se rompió en el corazón metalero de los aficionados duros: probablemente encontrarse con seguidores poperos que acudían a los conciertos de Metallica solo para cantar este tema. Nothing Else Matters son Metallica sin músculo, flácidos, para todos los públicos. Han seguido conservando el tema en sus directos y, como comprobamos el año pasado en Mad Cool de Madrid, efectivamente al tema cada vez se le va poniendo más cara de Still Loving You”.

Por Carlos Marcos

elpais.com

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