La sabiduría de Lázaro Cárdenas

La intuición de Lázaro Cárdenas apuntaba al riesgo de un conflicto social de grandes proporciones, por lo que era necesario calmar a la sociedad mexicana.

ESPECIAL, mar. 22.- En las últimas semanas, el presidente López Obrador ha traído a cuento el proceso sucesorio en México del año 1939-40, cuando terminó el periodo de Lázaro Cárdenas y comenzó el de Manuel Ávila Camacho.

En ese entonces, terminó el primer periodo sexenal de la historia mexicana (antes eran de cuatro años) y también se instauró el mecanismo a través del cual el presidente en turno designó a su sucesor.

Previamente, Plutarco Elías Calles había establecido el “Maximato”, pretendiendo quedar como el “Jefe Máximo” de la Revolución, con la capacidad de designar a los presidentes… pero realmente él seguir con el poder.

Eso ocurrió hasta que Lázaro Cárdenas, quien Elías Calles pensó que sería otro pelele, lo puso en un avión y lo expulsó del país. Y el Maximato quedó para la historia.

Al término del periodo de Cárdenas, había tres prospectos para sucederlo: el secretario de Guerra, Manuel Ávila Camacho; el secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, Francisco J. Múgica; y Rafael Sánchez Tapia, quien había sido secretario de Economía, por cierto, todos generales.

El personaje más cercano al corazón y a la visión ideológica de Cárdenas era sin duda Múgica.

Pero Cárdenas optó por Ávila Camacho. ¿Por qué lo hizo? El propio Cárdenas ha respondido.

“…el señor general Múgica, mi muy querido amigo, era un radical ampliamente conocido. Habíamos sorteado una guerra civil y soportábamos, a consecuencia de la expropiación petrolera, una presión internacional terrible. ¿Para qué un radical si yo ya dejé un instrumento revolucionario? … a nuestra salida del poder los obreros estaban organizados, los campesinos también y la Reforma Agraria estaba en marcha… los miembros del Ejército habían sido incorporados al Partido de la Revolución. ¿Era éste, o no, un instrumento de progreso para que México continuara su liberación?”.

Dijo lo anterior en una entrevista con Roberto Blanco Moheno en 1961, citada en el texto La Presidencia Imperial, de Enrique Krauze.

En una conversación con el ingeniero Adolfo Orive Alva le dijo también: “… quería que hubiera paz en el país, y el que podía asegurarla en una época conflictiva como la que el mundo empezó a vivir por la Segunda Guerra Mundial, era Manuel Ávila Camacho”.

De allí su elección.

En otras conversaciones, el general Cárdenas también habló de la fuerza que tenía una oposición unida en torno al general Juan Andrew Almazán, un veterano de la Revolución que había sido parte del grupo de Emiliano Zapata y luego siguió en la estructura de diversos gobiernos.

Cuando lanzó su candidatura, a mediados de 1939, Almazán apareció como cabeza de las corrientes liberales de la Revolución frente a la visión izquierdista, que incluso calificaba de comunista al gobierno de Cárdenas.

Los cambios producidos durante la administración de Cárdenas polarizaron a la sociedad mexicana y la candidatura de Almazán logró amplio respaldo entre las clases medias de diversas ciudades del país.

La violencia desatada fue descrita puntualmente por Gonzalo N. Santos, cacique potosino, quien en sus memorias describe cómo tomaron los partidarios del gobierno a sangre y fuego la casilla en la que habría de votar el general Cárdenas. Así fue la elección.

La intuición de Cárdenas, como señaló en la entrevista citada, apuntaba al riesgo de un conflicto social de grandes proporciones, por lo que era necesario calmar a la sociedad mexicana, aunque sacrificara el porvenir de su amigo, el general Múgica.

Las consideraciones de AMLO en sus señalamientos apuntan a que Cárdenas hizo evaluaciones equivocadas… como si AMLO hubiera podido estar en los zapatos del general michoacano, y hubiera podido decidir mejor.

Nadie sabe cuál hubiera sido el destino del país si el candidato del partido oficial hubiera sido Múgica.

Pero, es obvio que a AMLO le hubiera gustado que así hubiera sido.

Hoy, López Obrador no pondera los factores que la sabiduría del general Cárdenas puso sobre la mesa. Ni era un fanático ni estaba obsesionado en pasar a la historia.

Simplemente quería hacer su trabajo en la circunstancia que le tocó.

Hoy AMLO quiere que no haya “zigzagueos” y desea que sus aspiraciones personales, que asume como el evangelio, no vayan a tener ningún retroceso.

No le importa lo que a Cárdenas le pesaba mucho, que era la tranquilidad del país.

Esperemos que no vayamos a tener ahora, 84 años después, el conflicto que evitamos en 1940.

Por Enrique Quintana

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