País de cínicos

1.- El mismo movimiento político que peleó por impedir que los gobernantes intervinieran con sus declaraciones en los procesos electorales (“¡Cállate, chachalaca!”), ahora instruye a los mandatarios estatales surgidos de sus filas a promover a los aspirantes presidenciales de la Cuatro Te.

De acuerdo con una carta que Mario Delgado, presidente de Morena, envió el sábado pasado a 20 gobernadores, éstos deberán fortalecer la presencia de las llamadas corcholatas y facilitar las mismas condiciones para la presentación y difusión de sus proyectos.

“Sería deseable que, a invitación expresa de ustedes, en los próximos meses se concretaran visitas en su estado para contribuir a que el pueblo esté informado y, cuando llegue el momento, decida a través de las encuestas”, dice la carta.

En ningún momento aparece el menor vestigio de las posiciones antes defendidas, como la equidad en la contienda. Lo que ayer era denunciado como un abuso hoy es defendido como la “libertad de expresión” de los gobernantes.

Y queda la duda: ¿La jefa de Gobierno capitalina, quien también es corcholata, hará los honores a los otros aspirantes? ¿Se invitará a sí misma a visitar la Ciudad de México?

2.- “Voy a continuar como siempre lo he hecho en esta función desde hace 35 años”, dijo ayer Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte, luego de guardar silencio durante varios días sobre la determinación de su alma mater, la FES Aragón de la UNAM, de que plagió la tesis con la que se recibió como licenciada en Derecho en 1987.

Las evidencias no importan. Ella dice que no solicitará licencia. “Continuaré trabajando intensamente”. Sostiene que la tesis es suya, pese a que el entonces alumno Edgar Ulises Báez Gutiérrez, de la Facultad de Derecho, registró un trabajo casi idéntico el año anterior. ¿Primero en tiempo, primero en derecho? ¡Bah! “No tengo nada de qué avergonzarme”, justifica. “Ni siquiera he sido notificada de ningún dictamen”. Lo que no se ve, no existe.

Seguramente Esquivel se sintió fortalecida por las expresiones con las que el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien la propuso para la Corte, la ha defendido de la acusación de plagio. “Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”, dijo desde su mañanera. Es decir, para el mandatario, no es que la esposa de su constructor favorito sea inocente, sino que su pecado no resulta tan grave.

La jugada está clara. López Obrador la necesita en el máximo tribunal, porque pronto vendrán las impugnaciones a su reforma electoral. ¿Que el apoyo presidencial quita a la ministra cualquier viso de tener criterio propio? Peccata minuta.

3.- A ritmo de Los Apson se vuelve a poner en marcha el tramo subterráneo de la Línea 12 del Metro. “Fue en un cafe-e-é”, canta la comitiva oficial a bordo del tren. La jefa de Gobierno sonríe, tratando de transformar la tragedia en celebratorio acto de campaña.

Que si hubo 26 muertos en el derrumbe del tramo elevado de esa misma línea, que si apenas una semana antes falleció una joven en un alcance de trenes en la Línea 3… Puede ser, pero aquí la única víctima que no se puede permitir es su candidatura. Por eso hay que hacer lo necesario para que Claudia Sheinbaum no aparezca públicamente como responsable.

Que si hay que insultar la inteligencia del respetable hablando de “incidentes atípicos”, ni modo. Aquí tiene que haber un chivo expiatorio, aunque nadie lo vea. Para eso está la Fiscalía. ¿Problemas de mantenimiento? ¿Cómo pasan a creer? Esto fue sabotaje. Llamen a la Guardia Nacional y que se meta hasta los talleres.

“Oiga, jefa, pero si dice el sindicato del Metro que tenemos 176 trenes operando con exceso de kilometraje y 127 más parados en los talleres, porque están inservibles, ¿quién nos va a creer?”. Los escépticos se van a enterar del daño que puede provocar un aspa de lavadora y una lata de refresco arrojados a las vías.

Por Pascal Beltrán del Río

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