¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre? La respuesta no es tan sencilla
Nada dice la Biblia al respecto, ni siquiera una pista sobre la fecha en que nació Jesús. Por tanto, es de esperar que los primeros cristianos no lo celebraran
ESPECIAL, dic. 23.- “En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna, la Virgen y San José, y el Niño que está en la cuna. Ande, ande, ande, la marimorena; ande, ande, ande, que es la Nochebuena”, suena estos días por todas partes. En la víspera de la noche del 24 al 25 de diciembre, la tradición cristiana saca a relucir su estética más festiva para celebrar entonces la Navidad o, lo que es lo mismo: el nacimiento de Jesucristo. Así lo recoge el calendario gregoriano, pero sabemos que este no estuvo siempre.
Las familias y los amigos se reúnen alrededor de la mesa y comen, comen como casi ningún otro día del año. Velas, un pesebre en miniatura, villancicos y brindis durante largo y tendido porque «en la noche de la Nochebuena bajo las estrellas de la madrugada, los pastores con sus campanillas adoran al niño que ha nacido ya». Estamos tan impregnados por la estética de esta costumbre que ni los no creyentes pueden huir de ella. Sin embargo, ¿qué pasaba antes? ¿Hubo alguna vez en que el asunto fue distinto? ¿Existieron tiempos sin Navidad?
Efectivamente, aquellos tiempos existieron. Para empezar, nada dice la Biblia al respecto, en sus páginas no hay siquiera una pista. Por tanto, es de esperar que los primeros cristianos no celebraran el nacimiento de Jesús y que, de hecho, aún hoy no haya nadie que sepa en qué fecha nació realmente cristo. ¿Qué nos ha situado en esta realidad que simula toda una noche?
Esconder el pasado profano
Si bien no está claro cuándo y por qué algunos seguidores de esta religión comenzaron a conmemorar el día del 25 de diciembre, los documentos antiguos apuntan que la iglesia en Roma comenzó a celebrar formalmente la Navidad el 25 de diciembre del año 336, durante el reinado del emperador Constantino.
Como Constantino había hecho del cristianismo la religión efectiva del imperio, algunos historiadores creen precisamente que la elección de esta fecha tuvo el objetivo político de debilitar las celebraciones paganas establecidas para dicha jornada. Se trataban de celebraciones dedicadas a Sol Invictus, dios del sol, aunque también podría coincidir con otra que transcurría a mediados de diciembre durante varios días, conocida como Saturnalia.
En el calendario juliano, señala el antropólogo James George Frazer en su obra La rama dorada, un estudio comparativo de religión y mitología del siglo XIX, el 25 de diciembre «se contaba como el solsticio de invierno y se consideraba como la Natividad del Sol, porque el día comienza a alargarse y el poder del sol a aumentar a partir de ese punto de inflexión del año. El ritual de la natividad, tal como parece haber sido celebrado en Siria y Egipto, fue notable. Los celebrantes se retiraban a ciertos santuarios interiores, de los cuales a medianoche salían al grito de ‘¡La Virgen ha dado a luz! ¡La luz está creciendo!'». Los semitas la llamaban la Virgen Celestial o simplemente la Diosa Celestial.
La luz del Sol y el fuego
«Sabemos muy poco sobre estas fiestas para hacer declaraciones seguras», apunta Paul Bradshaw, profesor emérito de teología de la Universidad de Notre Dame, en un artículo publicado en el libro The Oxford Handbook of Christmas. Sí se sabe, por ejemplo, que se elaboraban grandes banquetes y se utilizaba el fuego como elemento principal, lo que ha prevalecido por encima de cualquier cambio hasta nuestros días.
El propio padre de la iglesia, Ambrosio, describiría después a Cristo como «el verdadero sol, que eclipsó a los dioses caídos del antiguo orden». No obstante, esta decisión no se instauraría de inmediato. Durante, al menos, otro medio siglo, en el Imperio de Oriente se seguía prefiriendo el 6 de enero como el día del «verdadero nacimiento». Además, la Navidad no se convirtió en una fiesta cristiana importante hasta el siglo IX. Muchas voces establecieron en aquellos siglos sus propias teorías, por lo que nos llega hoy es un batiburrillo de nociones más o menos claras y más o menos ciertas.
Así por ejemplo, el historiador romano Sexto Julio Africano, considerado padre de la cronología cristiana, decidió en el siglo III fechar la concepción de Jesús el 25 de marzo (la misma fecha en la que sostuvo que se creó el mundo). Por tanto, sumándole nueve meses en el vientre de su madre, daría como resultado su nacimiento el 25 de diciembre.
Varias teorías
Sin embargo, el 25 de diciembre también es «la fecha en la que los observadores del hemisferio norte pueden detectar por primera vez el movimiento del sol hacia el norte «después del solsticio de invierno, como aseguraba en 1992 David Allen, astrónomo del Observatorio Anglo-Australiano, en un artículo publicado en la revista Archaeoastronomy. «La detección de este movimiento puede explicar por qué es un día singular en muchos aspectos», subraya.
Esto, en cualquier caso, significaría dar por sentado que los primeros cristianos consideraban que la fecha de la crucifixión de Jesús era la misma fecha de su concepción. Para ello, solo contamos con las letras de Sextus Julius Africanus. Como vez, la respuesta estaría como dice el cristianismo sobre dios, en todas partes, en el aire.
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