La Revolución Mexicana en 2022
Rafael Robles Flores
“Mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado.” Emiliano Zapata.
De niño asistía a los desfiles conmemorativos de la Revolución Mexicana o participaba en un acto académico vestido de caudillo con bigote postizo o traje de manta con un fusil de madera para celebrar esta construcción cultural. Por televisión seguía ocasionalmente los apasionados discursos de la clase política sobre la visión de los vencedores de la Revolución Mexicana.
Sin embargo, para los que nacimos en los últimos treinta años del siglo veinte las promesas de bienestar, crecimiento y desarrollo lanzadas en nombre de la Revolución Mexicana, se transformaron en una serie de crisis económicas que asolaron al país en 1976, 1982, 1988, 1994 y 2008.
A 112 años de su inicio, el mayor problema con la Revolución Mexicana es que no la conocemos. Es decir, hemos aprendido una historia mal contada porque partió de la interpretación a modo o se perdió en la justicia de la causa.
Para Macario Schettino (2008) la Revolución Mexicana no es un hecho histórico, sino una construcción cultural elaborada durante el Cardenismo para darle coherencia a todos los hechos suscitados entre 1908 y 1934, y para legitimar al naciente sistema político mexicano. Es una interpretación interesada de los eventos ocurridos a la salida de Porfirio Díaz, creada por los ganadores de la serie de guerras civiles que le siguieron, para dotarse de una legitimidad que de otra manera simplemente nunca hubieran tenido.
Daniel Cosío Villegas (1947) aseguró que los protagonistas revolucionarios siempre estuvieron por debajo de las exigencias del movimiento de 1910, y que era urgente una depuración de personas y de principios.
El antropólogo Roger Bartra señala que “la Revolución fue un estallido de mitos, entre los cuales destaca el de la propia Revolución”.
Asimismo, distintos historiadores desde los años ochenta del siglo anterior han criticado a la Revolución Mexicana. Entre ellos están Alan Knight, Paco Ignacio Taibo II, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín o Lorenzo Meyer. También hay historiadores mexicanos nacidos entre 1968 y 1971 como Carlos Azar, Tania Carreño, Carlos Silva, Sandra Molina o Julio Trujillo que han desmitificado a los caudillos y al fenómeno postrevolucionario en México.
El mes pasado el escritor español Arturo Pérez-Reverte ha publicado la novela “Revolución”. Compartió que su nueva obra es un intento por dar una imagen menos festiva y más real de lo que fue el gran suceso mexicano de inicios del siglo XX. “México ha vendido de forma inexacta su revolución. Esa cosa romántica del tiro al aire, las canciones, el folclor y la alegría no es verdad, la imagen de las soldaderas es falsa también”, enfatizó.
Hoy a 112 años del inicio de la Revolución mexicana seguimos siendo una sociedad desigual y con mayoría de pobres. Somos un país con distintas realidades y contextos en el Sur, Centro o Norte. Seguimos siendo una nación con muchos privilegios para grupos sindicales, corporativos, empresariales o políticos que han sido arropados por el discurso revolucionario.
En 2022 se requiere transformar las instituciones mexicanas que fueron creadas en el siglo XX para responder a las necesidades de este siglo y se requiere dar más peso a los ciudadanos en las decisiones trascendentales para la sociedad mexicana. Los políticos que exaltaron la Revolución Mexicana no demostraron transparencia, rendición de cuentas ni resultados tangibles en la calidad de vida de los mexicanos.
Con los discursos maravillosos en torno a la Revolución no lograremos grandes cambios hoy. Lo que urgen son acciones que detonen la economía, mejoren el estado de derecho e impulsen el desarrollo integral de los mexicanos. Usted, ¿qué piensa?
@rafaelroblesf