Pasmados ante la barbarie en Lagos de Moreno

ESPECIAL, ago. 20.- La noche del viernes se cumplió una semana que Roberto Olmeda Cuéllar de 20 años; Jaime Adolfo Martínez Miranda, de 21 años; Diego Lara Santoyo, 20 años; Uriel Galván, 20 años, y Dante Hernández, de 22 años desaparecieron en Lagos de Moreno, Jalisco. Algunas versiones refieren que un grupo armado de más de diez personas llegó al Mirador, punto donde los jóvenes convivían, y fueron privados de la libertad violentamente, como dejó en evidencia las huellas de sangre que quedaron en el lugar. La desaparición de los cinco jóvenes laguenses conmocionó a todo México no sólo por ser otra desaparición masiva más, sino por el trágico destino que sufrieron.

Las cinco familias víctimas se movilizaron rápidamente para buscar y dar con el paradero de sus hijos. El sábado 12 de agosto pusieron las denuncias, los buscaron en los lugares conocidos y el domingo siguiente protestaron en el estadio municipal donde se jugaba un partido de futbol. Ahí obligaron al alcalde de Lagos de Moreno a escucharlos y exigirle que buscara a sus hijos. Tras este reclamo la Fiscalía de Jalisco comenzó la búsqueda de los cinco jóvenes.

El lunes 13 de agosto ocurrió algo extremadamente trágico. Por la noche, mientras unos familiares entraron a la sede de la Fiscalía en Lagos de Moreno a exigir información sobre el paradero de sus hijos, afuera otros familiares comenzaron a recibir en mensajes una foto y un video, cuyo contenido da un vuelco extremadamente doloroso. La foto confirma a los cinco jóvenes detenidos, vendados, amarrados de manos y golpeados. El video tiene un contenido indescriptiblemente violento. Lamentablemente es evidencia de la barbarie que estamos padeciendo, tanto en Jalisco como el país.

Muchos padres y madres de los cinco jóvenes evitaron, justificadamente, ver la imagen y el video. Para ellos sus hijos siguen desaparecidos y legítimamente le piden al gobierno que los encuentre o que presente evidencia firme y confiable del destino de sus muchachos. Las familias siguen firmes en la exigencia de la presentación con vida de sus hijos, pero al parecer se les ha pedido que ya no se manifiesten y que eviten declarar a los medios de comunicación.

El caso de la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno es un hecho muy grave que confirma el contexto de guerra informal que vivimos en México, una guerra que el Estado no reconoce como tal y por lo tanto no la enfrenta como exige la situación.

Pero la extrema violencia asociada a la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno indica algo más allá de una violencia asociada a los delitos comunes, a una venganza entre grupos, a una acción de privar de la libertad a inocentes para usarlos como carne de cañón en las batallas entre grupos criminales. Ya no se asesina sólo para causar una baja. Se asesina con calidades de violencia desmesuradas, intencionadas para generar mensajes de terror, de miedo, de parálisis, de ausencia de voluntad.

Estamos viviendo en la barbarie en el país, hay una total falta de civilidad, de comunidad. Vivimos en un estado de fiereza y crueldad, como define la RAE.

Claramente el Estado mexicano, en sus tres niveles, y en todos los colores del espectro partidario, no sólo han fallado. Han sido omisos y cómplices de esta situación de violencia organizada extremadamente cruel que estamos viviendo.

Pero me sorprende que desde la sociedad no hayamos sido capaces de dar una respuesta social y política a este que es el principal desafío que enfrentamos hoy por hoy: vivir cada día sin correr el riesgo de ser desaparecidos, asesinados, descuartizados o enterrados en una fosa clandestina.

Para algunos, lo que ocurrió en Lagos de Moreno son sucesos inéditos, pero no es así. Justo hace diez años, en julio de 2013, seis jóvenes y un adulto fueron desaparecidos también en Lagos de Moreno. Sus restos fueron encontrados deshechos en ácidos. Esa desaparición logró movilizar a la sociedad laguense y tapatía. Un año después ocurrió la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, un episodio que desató intensas movilizaciones sociales en todo el país y en el extranjero. Pero la violencia organizada continuó. En marzo de 2018 desaparecieron tres estudiantes de cine en la Zona Metropolitana de Guadalajara, y este hecho detonó una gran movilización social, especialmente de jóvenes y estudiantes.

Hoy ante la desaparición de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno, parece que políticamente no hay una respuesta desde la sociedad del tamaño requerida para responder a esta tragedia. Es un hecho de gran envergadura que demandaría una intensa movilización social para acompañar a las familias, para exigir al gobierno que haga su trabajo, que detenga a los perpetradores, que ponga fin a la impunidad, a las cadenas de complicidad entre crimen y aparato de gobierno, y que por fin terminen las desapariciones. Conseguir eso requiere una gran movilización social, pero hasta ahora no hemos sido capaces de llevarla a cabo.

Parece imperar el miedo, el temor. En Lagos de Moreno y otras localidades alteñas que sufren esta violencia, la población se guarda temprano en sus casas, se cancelan las actividades nocturnas y se vive con miedo. Parece imponerse la apatía, la resignación o la normalización ante este violencia irracional. Vivimos como pasmados, sin saber bien a bien qué hacer. La investigadora social Rossana Reguillo dice, y coincido, que parece que hay “ausencia de voluntad de pelear”, como sí se hizo en 2014 tras la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. Ojalá nos equivoquemos y que esa voluntad de pelear surja, aunque sea de a poco, lentamente.

En este sentido es alentadora y esperanzadora la movilización que llevó a cabo la población de Lagos de Moreno el viernes pasado por la noche. Más de mil pobladores, encabezados por los familiares y amigos de los cinco jóvenes, realizaron una Marcha del Silencio que llegó a la parroquia principal de la localidad para colocar velas encendidas para pedir por estos cinco y cientos más desaparecidos que hay en este municipio de Los Altos de Jalisco.

A pesar del miedo que se vive en Lagos de Moreno, la Marcha del Silencio logró dar valor y fortaleza a la población para pedir justicia por los cinco casos recientes y por todos los que faltan. Ojalá esta manifestación sea el inicio de un ciclo de pelea, de lucha, de movilizaciones para poner fin a la barbarie en Jalisco y en el país.

Información de www.sinembargo.mx

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