Propósitos de Año Nuevo: una tradición tan antigua como la humanidad
ESPECIAL, dic. 31.- Cada 1 de enero, millones de personas se proponen hacer más ejercicio, gastar menos o ser más amables, un ritual que podría parecer muy moderno, pero que tiene raíces sorprendentemente antiguas. La tradición de hacer propósitos de Año Nuevo se remonta a hace casi 4000 años, y tiene su origen en civilizaciones que marcaban el nuevo año como un tiempo de renovación y reflexión. «El deseo de empezar de cero es un impulso humano», afirma Candida Moss, profesora de la Universidad de Birmingham (Reino Unido) especializada en Historia Antigua y cristianismo primitivo.
Desde los votos hechos por los reyes babilonios hasta las promesas personales de hoy en día, la práctica ha evolucionado, pero su núcleo sigue siendo sorprendentemente familiar: dar la bienvenida a un nuevo año con la esperanza de mejorar algún aspecto de nuestra vida.
Los antiguos orígenes de los propósitos de Año Nuevo
Los babilonios fueron una de las primeras civilizaciones en celebrar el comienzo de un nuevo año con fiestas y rituales. «Hay mucha documentación escrita sobre festivales de Año Nuevo en la antigua Babilonia, Siria y otros lugares de Mesopotamia relacionados con la noción del comienzo del nuevo año», afirma Eckart Frahm, profesor de lenguas y civilizaciones de Oriente Próximo en la Universidad de Yale (Estados Unidos).
Estos festivales, a menudo vinculados al equinoccio de primavera, se centraban en expresar gratitud a los dioses por una cosecha abundante, dice Frahm, no en tomar resoluciones. Mantener estos votos no era un asunto trivial: se creía que cumplirlos aseguraba el favor divino para el año siguiente, mientras que romperlos suponía arriesgarse a la ira de los dioses.
Sin embargo, a finales del primer milenio a.C., un rey babilonio juró públicamente ser un mejor gobernante. Este acto, a veces denominado «confesión negativa», no fue una simple reflexión personal, sino una declaración pública de responsabilidad. Los eruditos debaten si este acontecimiento ocurrió realmente, o si la historia se vio influida por la disensión de la clase sacerdotal. No obstante, esta tradición sentó las bases de lo que hoy conocemos como propósitos de Año Nuevo.
Aunque es posible que los babilonios concibieran la idea, fueron los romanos los que consolidaron el 1 de enero como el comienzo del nuevo año. Al igual que los babilonios, lo celebraban con festivales y rituales, pero los romanos también incorporaron elementos prácticos de renovación, como la «limpieza sobrenatural de primavera» y los votos de renovación. «Estas tradiciones se centraban en empezar el año con buen pie: limpiar la casa, llenar la despensa, pagar las deudas y devolver los objetos prestados», explica Moss.
Objetivos conocidos, enfoque renovado
Siglos después, la tradición cruzó el Atlántico y llegó a la América colonial, donde los puritanos prefirieron la introspección al jolgorio. «Había un deseo de evitar el libertinaje y reflexionar sobre los años pasados y venideros. Este periodo marcó la aparición de los propósitos en un sentido moderno», afirma Moss.
Alexis McCrossen, profesor de historia de la Universidad Metodista del Sur (Estados Unidos), afirma que durante esta época era habitual que las iglesias celebraran un «sermón sabático», que tenía lugar el primer domingo del año. Estos sermones (incluido uno famoso del pastor de Boston Thomas Foxcroft en 1724) solían hacer hincapié en la idea de que el tiempo es fugaz y en que los congregantes debían ser mejores servidores de Dios.
Los diarios de los primeros tiempos de Estados Unidos muestran a personas que se comprometían a superar el pecado o a abstenerse del alcohol, utilizando con frecuencia frases como «Me resuelvo’ [I resolve myself] o ‘Estoy resuelto a hacerlo», dice McCrossen. El teólogo de Nueva Inglaterra Jonathan Edwards encarnó este espíritu introspectivo, creando 70 resoluciones a lo largo de varios años, incluyendo «nunca hablar mal de nadie, a menos que tenga una buena razón particular para ello», o en esencia, «dejar de chismorrear», dice Moss.
En el siglo XIX, los propósitos de Año Nuevo ya habían trascendido sus orígenes cristianos. «Hoy, los propósitos son en gran medida laicos, reflejo de la secularización de la sociedad», afirma Moss.
Por qué se mantiene la tradición
Los artículos periodísticos de la década de 1900 muestran lo poco que han cambiado con el tiempo los propósitos de Año Nuevo. Un artículo de Año Nuevo de 1912 en The Sacramento Star estadounidense afirma que los propósitos de Año Nuevo son un momento para abandonar los malos hábitos.
En 1938, The Miami Daily News, también de EE. UU., animaba a las lectoras a mantener los propósitos pequeños y manejables, advirtiéndoles contra «los propósitos brillantes que sabes en tu corazón que son tan frágiles como los adornos del árbol de Navidad, los votos matrimoniales o las promesas de campaña».
La idea de que los propósitos de Año Nuevo suelen fallar también ha aparecido en los periódicos a lo largo de los años, como demuestran otros artículos publicados en el siglo XX en Estados Unidos. En un artículo publicado en el Fort Myers News-Press el 30 de diciembre de 1937, los psicólogos afirmaban que los propósitos de Año Nuevo no funcionan. En 1941, The Afro-American Times publicó un artículo el 4 de enero en el que se afirmaba que la mayoría de la gente no se hace propósitos porque nunca los cumple. Y algunas cosas no cambian con el tiempo: se estima que sólo uno de cada 10 españoles logra cumplir sus propósitos de Año Nuevo.
Información de www.nationalgeographic.es