Las cosas evidentes

Me subo a un colectivo en el que viaja poca gente. Hace calor, la unidad tiene aire acondicionado que funciona muy bien, casi a niveles glaciares, y hay asientos disponibles como para viajar sentado. Todo parece estar bien y sin embargo, elijo uno que tiene un defecto imperceptible a primera vista: el cojín del asiento no está paralelo al piso sino que tiene una leve inclinación hacia adelante. En cada frenada del bondi, algo que por supuesto sucede casi en cada esquina, mi culo se desliza como si no hubiera otra. Un error imperceptible que convierte a este 2 de enero en un día de mierda, y que me lleva al fastidio absoluto. Es también la primera anotación de este 2024 en el archivo en el que escribo cosas para el newsletter.

Entonces, lo primero del año: el asiento del bondi.

Decido flagelarme por mi propia elección, me da pereza moverme hacia otro asiento. Vivir la full experience de haber elegido mal sin haberlo advertido. Porque también se trata de eso: un viaje en colectivo son 15 o 20 minutos de sufrir y listo, sufrir dicho de un modo exagerado, porque sufrir es otra cosa. Pero un imperativo que viene de no sé donde me ordena quedarme ahí y pagar el precio.

Nuevas malas decisiones. Chequeo en el resumen de la tarjeta de crédito y veo un consumo que no hice: La Escondida, por $52.000. Googleo y advierto que es un restaurante. No fui a un restaurante el 30/12, mucho menos gasté esa suma de dinero. El caso se resuelve con un trámite burocrático menor, llamo al centro de atención del banco y en menos de 5 minutos ya aceptan el desconocimiento de esa compra, no sin antes repetir tres veces mi DNI y algunos datos personales que la tarjeta de crédito ya conoce. “Es por seguridad”, me dice alguien desde el otro lado de la línea telefónica. Parece humano.

Pero no.

Pese a que todo el fin de semana me estuve quejando a viva voz por haber gastado 50 lucas en pañales, y haber dicho que mi hija tenía que dejarlos de algún modo, que no pensaba volver a comprar los pañales, no advertí que La Escondida no era una parrilla sino una pañalera en la que había hecho la compra. ¿Cómo pudo haber pasado eso? Cuando tengo esas pequeñas grietas de acción y decisión me resulta sospechoso. No llego a preocuparme pero hay un llamado de atención: ¿Qué pasó en ese momento en el que actué impulsivamente?

Me sorprende también no haber advertido que tengo una obsesión casi absoluta con esa pañalera, a la cual suelo comprarle porque tiene precios ridículamente bajos. ¿Cuál es el secreto de que una pañalera que tiene su sede en Caleta Olivia, en Santa Cruz, venda más bajo que cualquier otra pañalera del país? Con el debido respeto para los creadores de este emprendimiento familiar, solo tengo sospechas.

Antes de continuar debo agradecer por la variedad y la calidad de las respuestas de la encuesta que puse la semana anterior. No tengo cómo hacerlo de manera individual porque puse para que fueran respuestas anónimas (como casi siempre, no fue una decisión buscada sino que simplemente salió así).

Por supuesto, hijos de una gran puta, que me han metido una gran presión con eso de que esperan cada sábado el newsletter. Gracias por hacérmelo notar y por no permitirme que abandone esta cosa. Diario de la Claudicación.

Si uno tiene hijos que no hayan sido picados al menos por 20 mosquitos… ¿Realmente tiene hijos?

En la película “Los Delincuentes”, los protagonistas de la historia son dos compañeros que trabajan en un banco. Se llaman “Morán” y “Román”, ambos son cómplices de un robo que ejecuta Morán y que arrastra a Román a una vida que no había pensado. Morán se roba el equivalente de las jubilaciones para los dos y le pide a Román que custodie el dinero, mientras él pasa 3 años y medio en la cárcel.

La película no tiene que ver con el robo a un banco, es apenas un punto de partida para muchas otras historias y dilemas existenciales. Hay un segundo capítulo que se desarrolla en el interior, cuando Román viaja a Córdoba para esconder la guita que se robó Morán. Aparecen en escena dos chicas: “Norma” y “Morna”, todo un juego con los nombres y las historias.

Anoté, ahí en el archivo que tengo lo del colectivo y lo de La escondida, unas frases de la película. “Hay un mundo de recuerdos que internet no comprende”. Están hablando de cualquier cosa (una especie de juego que comienza con la leyenda “entran dos polacos y un francés”) pero son frases que te quedan grabadas, así como el clip inicial de la película, una secuencia de tres o cuatro minutos que acompaña a Morán desde los primeros minutos de su día, en su casa, su rutina y su intimidad, su viaje al centro de la ciudad, un café en el microcentro, su llegada al trabajo, toda la belleza del ritmo infernal de Buenos Aires, una estética sin tiempo que por momentos parecen los 80 o los 90, o los 2000 o ayer, Buenos Aires inmortal para todos los que vivimos esa sinfonía frenética, seductora, invaluable y adictiva. Dame más de esa esquina de Diagonal Norte y Florida, quiero ver la gente pasar.

En los créditos finales veo que una de las actrices se llama Gabriela Saidón, igual que una colega compañera del diario Clarín. Me desconcierta ese hallazgo, empiezo a repasar mentalmente la película para ver si me perdí su participación, incluso googleo para certificar que no se trate de una homónima, pero Internet me muestra fotos de la Gabriela Saidon que yo conozco.

Vuelvo a poner la película en la computadora, scrolleo hasta las escenas en las que aparece el personaje que supuestamente hace Gabriela Saidon, de repente me obsesiono con el error que pude haber cometido, acaso un lapsus similar al incidente de la tarjeta de crédito.

Me alivia descubrir que se trata de una homónima, que la propia solución para esta historia estaba en la misma película: “un mundo que Internet no comprende”.

A veces siento que mi tarea en el mundo futuro, de acá a 10 o 15 años, va a ser esa. Una especie de custodio de la memoria de otros tiempos. No me disgusta en absoluto.

Los Delincuentes es la película argentina que va a competir en los Oscars, el director es Rodrigo Moreno, dura 3 horas, la pueden ver en Mubi, tiene actuaciones asombrosas, subtramas increíbles (“qué carajo es la película que quiere filmar el chileno?”), no pasa nada si no la ven, la vida sigue como si nada, pero también hay escenas inspiradores y unas preguntas de una vigencia notable, sobre la libertad, sobre la vida en sociedad, sobre el trabajo y el tiempo.

Para 6 de enero es un montón, así que dejamos acá…

Por DIEGO GEDDES

www.eldiario.substack.com

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