La revolución mexicana, la revuelta social contra la opresión

ESPECIAL, nov. 20.- Es 20 de noviembre de 1910. México se encuentra sometido al yugo del dictador Porfirio Díaz, bajo el cual no han hecho más que aumentar la represión y la desigualdad social. Pero con su despótico gobierno lo que sí lograría Díaz sería unir a dos famosos líderes revolucionarios, Pancho Villa y Emiliano Zapata, en una cruzada que duraría casi una década. Siguiendo el dictado de los lemas acuñados por Zapata, «mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado» o «la tierra es para quien la trabaja», ambos líderes acabarían poniendo fin a una dictadura que duraba ya 35 años, y su lucha serviría de inspiración a los futuros movimientos revolucionarios que surgirían en America Latina a lo largo del siglo XX.

UN DICTADOR PERPETUADO EN EL PODER

Tras el heroísmo demostrado en su lucha contra los franceses durante la Segunda Intervención Francesa en México, que tuvo lugar entre 1861 y 1867, Porfirio Díaz decidió asumir la presidencia de México mediante un golpe de estado contra el presidente legítimo, Benito Juárez. Díaz gobernaría el país con mano de hierro durante treinta años.

En ese tiempo, sin embargo, logró transformar México con la construcción de ferrocarriles, escuelas y una serie de infraestructuras básicas para el país, entre ellas el desarrollo de una potente industria petrolera que atrajo capital extranjero. Pero Díaz hizo todo aquello pasando por encima de los derechos políticos fundamentales. La mayoría de los críticos con el régimen fueron encarcelados o asesinados, y con el tiempo Díaz acabó perpetuándose en el poder mediante el fraude político y el apoyo del ejército. A principios de 1900, el sistema político implantado por Díaz acabó entrando en crisis debido a varios factores, entre ellos la falta de un candidato a sucederle, el auge del nacionalismo y la grave recesión económica a nivel mundial.

“Díaz gobernaría el país con mano de hierro durante treinta años. En ese tiempo logró transformar México construyendo ferrocarriles, escuelas y una serie de infraestructuras básicas para el país, pero sin respetar los derechos políticos fundamentales”.

En febrero del año 1908, Díaz concedió una entrevista al periodista estadounidense James Creelman para la publicación mensual Pearson’s Magazine en la que aseguraba que no volvería a presentarse a la reelección. Sin embargo, llegado el momento, Díaz volvió a presentarse a los comicios. En la pugna electoral concurrieron Bernardo Reyes, Benito Juárez y Francisco Ignacio Madero.

Pero Porfirio Díaz no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer y logró complicar el proceso electoral hasta el punto de llegar a encarcelar a Madero. A pesar de todo, Madero logró escapar a Texas, desde donde acusó a Díaz de fraude electoral. El 5 de octubre de 1910, Juan Ignacio Madero promulgó el conocido como Plan de San Luis, cuyo objetivo era llamar a las armas a todos los campesinos contra las políticas de Díaz.

EL INICIO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

La lucha armada se inició el 20 de noviembre de 1910, y marcó el surgimiento de algunos líderes revolucionarios que apoyaron a Francisco Ignacio Madero, entre ellos Emiliano Zapata, representante de los campesinos y demás líderes populares del sur de México; Pascual Orozco, el jefe de las tropas irregulares del estado de Chihuahua, en el sur del país, y Pancho Villa, líder del los campesinos en el norte de México.

La presión revolucionaria tuvo éxito y Porfirio Díaz se vio obligado a firmar su renuncia a la presidencia el 25 de mayo de 1911, acabando con 35 años de gobierno y dando paso a nuevas elecciones en las cuales resultó elegido Madero. El nuevo presidente restauró la constitución, prohibió la posibilidad de presentarse a una reelección y estableció el sufragio popular. Sin embargo aquellos cambios no fueron suficientes para mejorar la situación del país ni para satisfacer las acuciantes necesidades de los mexicanos.

“Porfirio Díaz se vio obligado a firmar su renuncia a la presidencia el 25 de mayo de 1911, dando fin a 35 años de gobierno y dando paso a nuevas elecciones en las cuales fue elegido Madero.”

Pero el nuevo presidente se hallaba sometido a fuertes presiones por parte del ejército y de los sectores más conservadores de la sociedad, y tuvo que acabar exigiendo a los revolucionarios la entrega de las armas. Esto obligó a Zapata, que había mantenido la esperanza de que el nuevo gobierno asumiera sus compromisos en materia agraria, a presentar su propia ley agraria, que sería conocida como Plan Ayala.

Su reforma buscaba liberar a miles de campesinos de la presión que los terratenientes ejercían sobre ellos. Así, consecuente con uno de su lemas más famosos: «La tierra para quien la trabaja», Zapata, que era un hombre de profundas convicciones, abogó por el derecho a la huelga y fue un gran defensor de los derechos de las mujeres. Por su parte, en el norte, Pascual Orozco y su ejército también se levantaron en armas contra del gobierno de Madero y como respuesta el presidente envió al general Victoriano Huerta, un antiguo simpatizante del porfirismo, a enfrentarse con las tropas de Orozco.

ESTADOS UNIDOS NO RECONOCE A VICTORIANO HUERTA

Entre los días 9 y 19 de febrero de 1913 tuvo lugar la conocida como Decena Trágica, el momento en que Victoriano Huerta dio un golpe militar y derrocó al gobierno de Madero.Victoriano Huerta junto con Félix Díaz (sobrino del expresidente) y el embajador estadounidense Henry Lane Wilson se conjuraron para derrocar a Madero, el cual fue asesinado el 22 de febrero de 1913. A continuación, Victoriano Huerta asumió la presidencia de México.

“Pero el recién nombrado presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson era un firme impulsor de los gobiernos democráticos y no aprobaba en absoluto el golpe de estado que había aupado a Huerta a la presidencia, por lo que no reconoció su gobierno y destituyó al embajador Henry Lane Wilson. A pesar de este revés y de que en el norte se estaba impulsando un movimiento de repulsa al nuevo gobierno, Huerta recibió el apoyo de importantes hacendados, de un gran número de gobernadores, de la iglesia y del ejército.”

El recién nombrado presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson era un firme impulsor de los gobiernos democráticos y no aprobaba en absoluto el golpe de estado que había aupado a Huerta a la presidencia, por lo que no reconoció su gobierno.

Totalmente en desacuerdo con la designación de Huerta como nuevo presidente, Pancho Villa y el político y militar Venustiano Carranza, por entonces gobernador de Coahuila, se estaban reorganizando en el norte para plantar cara al nuevo presidente con el apoyo del gobernador de Sonora, José María Maytorena. En 1913 se firmó el Plan de Guadalupe, un documento impulsado por Carranza por el cual se llamaba a la formación de un Ejército Constitucionalista, se denunciaba la ilegitimidad del gobierno de Victoriano Huerta y se anunciaba la convocatoria de nuevas elecciones una vez devuelta la paz al país.

Desde el principio, el gobierno de Huerta tuvo que hacer frente a numerosas dificultades. Por un lado carecía de solvencia económica y además se hallaba profundamente endeudado con el gran vecino del norte, Estados Unidos, así que Huerta aumentó los impuestos endeudando profundamente al país y obligado a los terratenientes a cooperar con los gastos militares.

Pero el rechazo de Estados Unidos al gobierno de Huerta y su apoyo a Carranza tendría consecuencias nefastas para el primero. En 1914 los norteamericanos invadieron el puerto de Veracruz para evitar la llegada de un cargamento de armas en apoyo de Huerta, lo que fue un duro varapalo para sus pretensiones. Por otra parte, el ejército de Villa venció a las tropas de Huerta en Zacatecas el 23 de junio de 1914, lo que acabaría provocando la renuncia de este a la presidencia del país el 15 de julio de ese mismo año.

EL FINAL DE LA ERA DE LOS LÍDERES REVOLUCIONARIOS

Tras la renuncia de Huerta a la presidencia se produjeron graves divergencias entre Carranza, Villa y Zapata por lo que, con el fin de llegar a un acuerdo, se convocó la convención de Aguascalientes en noviembre de 1914. Allí los zapatistas pidieron que Carranza renunciara a su cargo como primer jefe de la revolución y que se aceptara íntegramente el Plan Ayala de Emiliano Zapata. En un principio Carranza afirmó estar de acuerdo en renunciar a su cargo si Villa y Zapata renunciaban asimismo al liderazgo de sus respectivos ejércitos. La Convención nombró entonces a Eulalio Gutiérrez como presidente interino de México. Al enterarse de este nombramiento, Carranza abandonó la capital del país para establecerse en Veracruz, al mismo tiempo que hacían su entrada en Ciudad de México las fuerzas zapatistas que días más tarde firmarían el Pacto de Xochimilco con las fuerzas villistas en contra de Carranza.

Tras varios enfrentamientos armados y muchas protestas por la complicada situación política y económica por la que estaba atravesando México, Carranza, que seguía considerándose presidente legítimo, decidió poner bajo vigilancia los movimientos de Villa y Zapata. Su causa se vio además fortalecida por el reconocimiento de su gobierno por parte de Estados Unidos. Así, tras un congreso constituyente que tuvo lugar el 5 de febrero de 1917 se promulgó una nueva Constitución, que reconocía el derecho de los trabajadores a una jornada laboral de ocho horas y también establecía un salario mínimo, además reconocía al Estado el privilegio de expropiar las tierras y separar a la Iglesia del poder político.

Pero Carranza aún tenía en mente acabar con el movimiento de Emiliano Zapata y de Pancho Villa. Para ello se sirvió de los servicios de un antiguo general porfirista llamado Jesús María Guajardo, quien urdió un plan para acabar con la vida de Emiliano Zapata. Haciéndole creer que quería unir sus fuerza a las suyas, invitó al líder revolucionario a una hacienda donde el 10 de abril de 1919 fue abatido a balazos.

Tras un congreso constituyente que tuvo lugar el 5 de febrero de 1917 se promulgó una nueva Constitución, que reconocía el derecho de los trabajadores a una jornada laboral de ocho horas y también estableció un salario mínimo.

Por su parte, Carranza fue asesinado durante un viaje a Veracruz en el mes de mayo de 1920. Tras su muerte, y en las elecciones que siguieron, resultó elegido presidente de México Álvaro Obregón, quien inició una reforma social con el reparto de tierras a los campesinos de los estados de México y de Morelos. Para entonces, los conflictos armados con los líderes de la revolución mexicana ya habían prácticamente desaparecido. Aunque no del todo. Otro de los jefes revolucionarios más emblemáticos, Pancho Villa, correría la misma suerte que Zapata años más tarde, cuando el 20 de julio de 1923 cayó en una emboscada preparada por el general Jesús Salas y sus hombres y murió tiroteado. Pero no sería este el último acto violento que vería el país. Poco antes de iniciar su segundo mandato, el presidente electo Álvaro Obregón fue asesinado el 17 de julio de 1928, asumiendo la presidencia interina Emilio Portes Gil. Por su parte, Plutarco Elías Calles, que había sido presidente entre 1924 y 1928 (y durante cuyo mandato se había desatado la llamada guerra cristera), fundó en 1929 el Partido Nacional Revolucionario, llamado más tarde Partido de la Revolución Mexicana y Partido Revolucionario Institucional, que gobernaría México durante los siguientes setenta años.

Información tomada de historia.nationalgeographic.com.es

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