Morena y el dinero

“En el partido de la izquierda se apostó por el capitalismo salvaje, la ley de la selva. Vaya paradoja”.

ESPECIAL, jun. 15.- Menos de lo más importante, de todo se ha dicho y escrito sobre los acuerdos del pasado domingo en el CEN de Morena. Que si el apoyo de los gobernadores, que si los medios reaccionarios, que si las encuestas espejo. Pero, como si no fuera relevante —y acaso porque de lo verdaderamente importante se prefiere callar— apenas se hacen preguntas sobre el dinero que los y la candidata van a gastar en las próximas seis semanas.

Hay que decirlo con todas sus letras: la convocatoria de Morena está diseñada para evadir cualquier esfuerzo de fiscalización. Enmascarada de una lucha por dirigir los “Comités en Defensa de la Cuarta Transformación”, estamos frente a una campaña para seleccionar al candidato de Morena a la presidencia. Es una ficción que esquiva la legislación electoral.

Esto, que es la forma en que Morena ha dado vuelta a la ley, no es lo que más me preocupa. De alguna forma la ridícula legislación electoral es lo que incentiva estas prácticas. Lo alarmante —al menos para quienes simpatizamos con el proyecto de la Cuarta Transformación y nos interesa que el proceso salga bien— es que Morena no haya establecido reglas claras en torno al origen y uso del dinero que utilizarán los aspirantes en su recorrido por el país.

En el partido de la izquierda se apostó por el capitalismo salvaje, la ley de la selva. Vaya paradoja.

Es verdad que el acuerdo del domingo incluye un llamado a que los aspirantes se comporten de “manera austera, sin derroche de gastos publicitarios ni propagandísticos”, así como a “rechazar toda práctica antidemocrática como el acarreo y la coerción”. En una declaración que Mario Delgado logró hacer sin reírse demasiado, el presidente de MORENA afirmó que “recorrer el país no amerita grandes costos, basta una bocina, un micrófono y la capacidad de convocatoria”. Eso no se lo cree nadie.

No seamos ingenuos. Conocemos este país. Vivimos en él. Conocemos sus prácticas, estructuras, lógicas. ¿Cuánto cuesta salir en el noticiero de la noche de Canal 12 de Televisa Tijuana?, ¿cuánto vale cada minuto al aire en el estelar de Televisa o Azteca Bajío?, ¿qué hay de las bardas, ese “no lugar” que se renta, se pinta, despinta y engalana según se pague o deje de pagar?

Y la lista es larga: el pago de encuestas hechas a la medida del perdedor, las granjas de bots, los artistillas que sin que nadie se los pida felicitan “al candidato” por el cumpleaños de la mamá, el perico y el hermano, las caras de los candidatos en las láminas de los camiones a punto de romperse, los rótulos en los retrovisores de los taxistas, el twitter de Callo de Hacha, las entrevistas a modo del youtuber que lo explica todo pero que no aclara nada, las horribles portadas de revistas a modo que nadie conoce pero que brotan en los espectaculares, las sillas, las gorras, las mantas, los hoteles.

No es necesario que Mario Delgado nos ayude con una cotización. Todo eso cuesta: cien pesos, una promesa a futuro, una licitación directa, diez millones, un permiso de construcción, un departamento en Miami, el control de una aduana boyante, la concesión que a nadie le importa, ese trámite que lleva tres años parado. Depende. Podríamos, como Delgado, fingir que ese mundo no existe. Así nuestra conciencia estaría más tranquila. Podríamos, también, afrontar el reto con toda su complejidad.

Esta es la primera vez que el partido dominante de izquierda no tiene un claro candidato rumbo a la presidencia. Con la posible excepción de 2012, en todos los procesos anteriores, al menos desde 1988, el representante de la izquierda para la elección presidencial estaba cantado: ese personaje tres veces se apellidó Cárdenas y tres veces se llamó Andrés Manuel. No hubo necesidad de regular internamente las precampañas, de pensar en límites o en poner topes de campaña al interior del partido.

Morena y sus candidatos tienen frente a sí un reto fundamental: contener la influencia del proveedor que regala dinero hoy para cosechar mañana, del líder sindical que queda bien para tratar de librar la cárcel cuando le auditen el changarro o del narco con perspectiva de futuro. Sí, eso quise decir: del dinero de criminales en la campaña. En las próximas semanas habrá ofertas de dinero legal e ilegal a mansalva; capacidad para regular, ninguna. En esa brecha perdemos todos.

Quienes simpatizamos con el proyecto del presidente López Obrador no podemos sino llamar a que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena tome cartas en el asunto. Es su responsabilidad. La Comisión y la dirigencia del partido están a tiempo de actuar y fijar reglas antes de que todo se les salga de las manos. Cada día que pasa los costos de no actuar serán mayores. En el fondo no se juega solo la candidatura presidencial, sino el número y tamaño de compromisos con el que llegará amarrado quien lidere los destinos del país los próximos seis años. No es cosa menor.

Por Carlos A. Pérez Ricart

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