Ramos, pasión, pasiones

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió” Mateo 21, 1-11

“¿Eres tú el rey de los judíos?” Mateo 26,14 – 27,66

El contraste existencial de los protagonistas del Domingo de Ramos es evidente. Los de ayer y los de hoy. Los de ayer recibieron a Jesús con alegres hosannas y lo despidieron con radicales ‘crucifícales’. Los de hoy lo recibimos con diferentes expectativas y variados estados de ánimo; lo aclamamos en las casas, las calles, las plazas, los templos; puede ser también que en las redes sociales. Quizá, al terminar el día, lo despidamos con un ‘me gustó’ o ‘no me gustó’. Iniciamos una Semana Santa ‘casi después’ de la pandemia, ¿cómo terminará?

Jesús entra bien acompañado a la ciudad de Jerusalén. Termina solo, traicionado, abandonado… Ha enseñado y testimoniado la pasión de vivir por una causa sublime: cumplir la misión encomendada por su Padre. En el dramático acontecimiento del Gólgota nos muestra la pasión de morir por nuestra salvación. La pasión de vivir por una causa y la pasión de morir por ella no se pueden separar. “Todo está consumado”, dirá levantado en la cruz de la entrega total. El camino de la pasión es fatigoso pero esperanzador.

Las reacciones de los espectadores son diversas: unos al pie de la cruz, otros mirando de lejos; unos comentan y reclaman, otros creen y se arrepienten. Otros, observan el final de la historia de un hombre desconcertante, nada más… Unas mujeres esperan el desenlace en silencio, dejan que las lágrimas recorran las historias dibujadas en sus rostros; miran sin mirar, ni entender. Quienes miran con esperanza, estarán en el amanecer del nuevo día de la resurrección.

Estamos viviendo un Domingo de Ramos sin tantas restricciones sanitarias, pero con la preocupación de las secuelas de la pandemia, la amenaza de la indiferente apatía y la posibilidad de violencias agazapadas. Muchos salimos y participamos en procesiones, tejemos cruces, agitamos ramos y ondeamos las palmas de la esperanza. Después de tres años de silencios, podemos aclamar públicamente al “bendito que viene en nombre del Señor”.

 Con la pandemia disminuida hemos aprendido que la vida es y contiene ramos, palmas, aclamaciones de victoria, pasiones diversas… Pero también que el misterio de la pasión del Viernes Santo sigue presente en las cruces de cada día y en las luchas por vivir con dignidad… Los ramos y las palmas anuncian y preparan ya el necesario y esperado Domingo de Pascua.

Celebremos con confianza y esperanza el Triduo Pascual. Vivir y morir con pasión es la gran lección del domingo de Ramos de la Pasión del Señor. Jesús es el mejor maestro del morir y del vivir, del amar y del esperar. Sólo necesitamos una fe firme, a prueba de ideologías pasajeras y pasiones destructivas.

Oremos confiadamente: “Señor Jesús, cuando no podamos con nuestros cálices, o con el de los hermanos, envuélvenos en tu pasión de vivir y de morir… Que no se haga nuestra voluntad sino la tuya”.

Les deseo una santa Semana Santa. Con mi bendición.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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