Vida nueva

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“Yo soy la resurrección y la vida” Juan 11,1-45

En estos días de marzo se cumplen tres años del inicio de un viacrucis que no sabíamos en qué estación iba a terminar: la inesperada crisis sanitaria provocada por el covid-19 y el desconocimiento de sus efectos y secuelas. Entre tantas enseñanzas que nos ha dejado sobresale el que somos más humildes ante la fragilidad y el valor de toda vida humana. Nos ha ayudado también a aceptar que toda la humanidad navega en la misma barca.

Cuando la cruda realidad de la enfermedad y la muerte toca a los nuestros, los valores que sostienen y dan sentido a la vida son sometidos a la más difícil de las pruebas… Nos hemos dado cuenta que la vida humana es digna de vivirse y que vale la pena sacrificarlo todo por ella… ¡Y pensar que hay agendas ideológicas y políticas que quieren matarla desde su inicio!

Podemos imaginar lo que Marta y María sintieron cuando Lázaro enfermó y murió… Los diálogos de Jesús con sus discípulos y las hermanas de Lázaro pintan el cuadro emocional, afectivo, económico, espiritual de los presentes. Aparecen también los valores que dan sentido a esa relación y a la vida misma: el amor fraternal, la amistad, la fe en Dios…

El relato evangélico describe con sobriedad la resurrección de Lázaro. Lo importante del desenlace es que Jesús se revela como la resurrección y la vida y como quien tiene poder de resucitar a un muerto. Marta y María creen firmemente y los otros discípulos están dispuestos a recorrer el mismo camino de la fe…

El comportamiento de Jesús ante la enfermedad y muerte de su amigo es desconcertante. Vive, a la vez, dos sentimientos: conmoción ante su muerte y confianza total en su Padre. Deja que pasen cuatro días, no se apresura, vive el momento con intensidad. La lección de las mujeres es la fe humilde; no piden a Jesús la resurrección de su hermano, sino que creen en Jesús.

 Lázaro vuelve a la vida y vuelve a casa; Marta y María lo reciben incondicionalmente.

En dos semanas celebraremos la Pascua de Cristo. El entorno del presente año no está marcado por restricciones sanitarias; sí por precauciones ante las violencias… Tendremos al alcance de los sentidos la solemnidad y la bella vivencia multicolor de los ritos del Triduo Pascual. La experiencia puede ser única si, como Marta y María, creemos en el poder del Señor que puede resucitar a los muertos, no importa que lleven siglos sepultados.

La fe cristiana nos invita a creer que el camino que lleva a la vida eterna pasa por la cruz y la muerte. Nos enseña no sólo a bien morir sino también a bien vivir. Nos prepara para el más allá y nos compromete a una vida digna en el más acá. Algo o mucho tiene que morir en nosotros a favor de una vida nueva, digna y plena.

Que al renovar las promesas bautismales en el día de la Pascua tengamos presente la fe de Marta, María, Lázaro y de tantos discípulos que nos han precedido.

Con mi bendición.

Originario de Granados, Sonora.

Obispo de/en Zacatecas

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