Colosio: 29 años

ESPECIAL, mar. 18.- Luis Donaldo Colosio Murrieta vio algo que el PRI se negó a reconocer: un México que clamaba por un cambio de rumbo, por una transformación de la clase política.

Resulta irónico que con su muerte, Colosio, de cierta manera, ayudó a lograr esa transformación.

La fuerza de sus ideas conmovió la conciencia de los mexicanos, el discurso en el Monumento a la Revolución es una pieza de oratoria que describe al país de esos años y al de ahora.

Y no es exagerado decir que Luis Donaldo no se ha ido de la política, seguirá presente mientras persista un pueblo “con hambre y sed de justicia”.

Incluso, su recuerdo cobija a su hijo Luis Donaldo Colosio Riojas, quien figura como aspirante a la Presidencia de la República, aun cuando éste asume una postura sensata y se mantiene al margen, hasta ahora.

En Lomas Taurinas murió un candidato priista, pero revivieron esos tiempos postrevolucionarios en los que los caudillos mataban y morían bajo el acecho de la intriga.

Si fue el crimen de Luis Donaldo Colosio una de las causas de pérdida de confianza en el PRI, es imposible saberlo, pero fue un golpe del que le será difícil recuperarse.

Al asesinato de Colosio siguió el de José Francisco Ruiz Massieu. Cronos se comía a los hijos recién nacidos de Rea, su mujer, por temor a ser destronado por uno de ellos.

A 29 años del atentado que privó de la vida a Luis Donaldo, conocer la verdad en torno al magnicidio es casi imposible.

Cuatro responsables condujeron investigaciones que no convencieron a nadie. Desde la penumbra, quienes instigaron el atentado se solazan del crimen perfecto. Pero el paso del tiempo no ha borrado el agravio.

Ni siquiera me parece viable la reapertura de la investigación por parte de la Fiscalía General de la República, luego del pronunciamiento que hiciera la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), bajo el argumento de que Mario Aburto Martínez habría sido torturado.

Más bien parece una ocurrencia. Como si la FGR no estuviera saturada de casos relevantes y actuales sin resolver.

El tiempo ha transcurrido desde que se hizo la petición y poco o nada se ha informado de las actuaciones de la Fiscalía al reabrirse el caso.

Así, persisten las dudas que dejaron las investigaciones, en las que no se acreditó una autoría intelectual del homicidio.

El magnicidio es un clavo ardiente con el que la sociedad ha crucificado al PRI.

Por ésta y muchas otras razones, que dada la brevedad del espacio no enumeraremos, el declive de este partido continúa; de seguir así, el otrora invencible Revolucionario Institucional no logrará recuperar los espacios de poder que ha detentado.

Del anecdotario

Hace unos días un distinguido político tabasqueño, a quien guardo un aprecio especial, me platicaba que hace muchos años en el Café Casino de Villahermosa se reunía un grupo de amigos; si por alguna causa uno de ellos tenía que retirarse antes, los que se quedaban hablan mal de él y su familia.

Una ocasión, uno de ellos debía irse temprano y decidió ser él quien hablara mal de sí mismo y su familia, para quitarles el tema.

Dijo: “reconozco que mi padre Olegario fue un transa, mi madre una perdida y mis hermanos, trácalas. Y yo me voy tranquilo porque no hablaron mal de mí y mi familia, porque ya lo dije todo”.

Apenas se fue, uno de los que se quedaron dijo: “Oigan, el pendejo éste sigue creyendo que es hijo de Olegario”.

Y es que en esos grupos no hay escapatoria posible.

La vida es así… 

Por Ángel Aguirre Rivero

www.milenio.com

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