Un país de políticos sobrevalorados (mucho ego y pocas nueces)

ESPECIAL, ene. 14.- El protagonismo, los egos y la incapacidad para el diálogo y el acuerdo están marcando de manera preocupante el escenario público, convertido en adelantada competencia presidencial. Particularmente esta semana nos deja varias escenas elocuentes de políticos más dispuestos a pelearse con la realidad que a transformarla y/o gobernarla.

Las lecciones para el futuro inmediato deberían ocupar y preocupar desde ya a las fuerzas partidistas, sea porque están cobijando a personajes sobrevaluados o porque, asumiendo esta debilidad humana, quizá tengan más probabilidades de confrontarlos y acotarlos.

El caso más alarmante es el de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y la estrategia desplegada para defenderla en el caso del accidente en la Línea 3 del Metro hace una semana.

Más allá del debate de si es necesaria o no la Guardia Nacional ahí donde existen evidencias irrefutables de recorte presupuestal para el mantenimiento y la mejora de ese sistema de transporte, resulta preocupante el victimismo como ruta narrativa de una aspirante a conducir el destino nacional.

Porque aquello que el 7 de enero emergió como un chiste en medio del maratón de memes sobre las justificaciones que el gobierno capitalino tendría, a la vuelta de los días se nos presenta como explicación oficial: la jefa Sheinbaum es víctima de sabotajes para arruinar su candidatura presidencial.

Y si nos atenemos a los hechos en torno al accidente, descubrimos algo todavía más lamentable: la aspirante con mayores posibilidades de ser postulada por Morena para relevar al presidente López Obrador no se toma la molestia de resolver los problemas con el sindicato del Metro.

Ahí donde deberían darnos cátedra de nuevas relaciones políticas sólo hay descalificación, pleito y desconfianza, sin hacerse cargo del costo que para ella y para sus gobernados tiene el proyectar a Sheinbaum como una potencial rehén de un gremio dispuesto a descarrilarla a ella y al Metro. ¡Escalofriante!

Pero la descalificación, el pleito y la desconfianza también pasaron lista en el relanzamiento de la alianza electoral de Va por México este jueves 12 de enero, cuando las dirigencias del PAN, PRI y PRD anunciaron, entre indirectas y evidentes gestos de regateo, que habían decidido reagruparse de nueva cuenta para las elecciones de Coahuila y el Estado de México este año, y las presidenciales de 2024.

Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano reconocieron que estaban ahí en respuesta al reclamo de los ciudadanos que les exigen construir un proyecto alternativo a Morena para el relevo sexenal.

Y en vez de celebrar esas coincidencias, el acto se convirtió en una puesta en escena de las limitaciones que esa oposición tiene tanto para hacerse acompañar de la ciudadanía que los volvió a reunir con la defensa del INE como para resolver sus diferencias de forma y fondo.

A juzgar por el relato de los actores que se sentaron a la mesa para renegociar este relanzamiento, a todos les asiste algo de razón: que si el PAN desconfía de las elecciones primarias que el PRD propone porque se les pueden colar intereses ajenos; que si el PRI tenía prisa por amarrar la coalición para salvar las dos únicas entidades donde sigue siendo gobierno; que si la inconformidad perredista es porque no se vale el reparto de cuotas entre las cúpulas de sus aliados, cuando de lo que se trata es de acuñar con la gente un proyecto que los legitime como opción…

Y en todos los alegatos escuchamos la queja de la sobrevaloración: que si Marko Cortés sobrevalora la marca panista, cuando los 20 millones de votos del 2021 fueron de todos; que si los perredistas se niegan a admitir su riesgo de perder el registro; que si los panistas presionaron de más al PRI en eso de llevar mano en la definición del método para seleccionar al presidenciable de Va por México porque le tienen mucha desconfianza a que Alito ceda a los chantajes del gobierno…

¡Y así quieren armar un gobierno de coalición! ¿Qué no se dan cuenta que ese déficit para edificar un liderazgo colegiado es signo de que se encuentran presos en el país de un solo hombre, al que consideran riesgoso para la democracia?

Sin embargo, tampoco en Morena se honran las promesas ni fluyen los acuerdos.

Resulta muy sintomático que un cuadro como Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario de Seguridad Pública con Alfonso Durazo y Rosa Icela Rodríguez, integrante de la popular mañanera de Palacio Nacional, prefiera irse por la libre, renunciar a un encargo tan relevante y darle la espalda al compromiso que el presidente López Obrador les pidió a los aspirantes a las candidaturas de Morena: aceptar los resultados de las supuestas encuestas que todos en la 4T asumen, saben y reconocen que no son tales.

Cercano a Ricardo Monreal cuando ambos eran parte de la bancada de Movimiento Ciudadano en la Cámara de Diputados (2012-2015), ligada entonces al obradorismo, Mejía Berdeja es desde ayer candidato del Partido del Trabajo al gobierno de Coahuila.

Hay quienes sobrevaloran el peso electoral del exsubsecretario con la hipótesis de que el PT quiere en esa entidad replicar la experiencia del PVEM en San Luis Potosí con Ricardo Gallardo.

Lo cierto es que ese anuncio, junto con el del PVEM, que ayer también postuló a Lenin Pérez para la gubernatura coahuilense, son malas noticias para un sobrevalorado partido en el poder, a cuyos dirigentes –el de Morena y el de Palacio– sus legisladores les juraron lealtad electoral apenas el pasado 20 de diciembre.

Por Ivonne Melgar

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