Culiacán después de Ovidio

“Culiacán y sus alrededores han sido centro del narcotráfico nacional desde hace mucho tiempo. Los primeros reportes de cultivo de amapola datan del siglo XIX”.

ESPECIAL, ene. 10.- Hubo días, remotos entonces, vivos ahora, en que Culiacán fue el lugar más violento de México.

En 1976 ocurrieron en la capital sinaloense 543 homicidios relacionados con el tráfico de drogas. Por aquel entonces, la ciudad no tenía más de un cuarto de millón de habitantes. ¿La proporción? Más de doscientos homicidios por cada cien mil personas. Se trata de la peor cifra de violencia en la historia de México (1). Quizás solo comparable al escenario de Ciudad Juárez en el 2010. Así de grave.

Culiacán y sus alrededores han sido centro del narcotráfico nacional desde hace mucho tiempo. Los primeros reportes de cultivo de amapola datan del siglo XIX (2). Antes, mucho antes de que Badiraguato se convirtiera en cuna de traficantes, el negocio lo dominaron los migrantes chinos. Durante décadas enviaron kilos y kilos de opio por las vías del tren que comunicaban Ojinaga con Topolobampo. La violencia era, ya desde entonces, una forma común de dirimir conflictos comerciales.

Con la Operación Condor a finales de los años setenta y con la incursión masiva de cocaína colombiana, la magnitud de las cosas cambió. Ya no eran millones de pesos los que estaban en juego; las nuevas cifras se calculaban en dólares. La violencia arreció; 1976 solo es un botón de muestra; el resto de los años no fueron mucho mejores; desde entonces —y ya va a ser casi medio siglo— Culiacán no había podido salir del índice de las ciudades más violentas del país. Y de América Latina. Y del mundo.

Lo extraño es que 2022 fue un tanto distinto. Fue el año más pacífico de Culiacán —medido por homicidios— de los últimos trece años. Entre enero y noviembre ocurrieron 221 homicidios, 88 menos que en el mismo periodo del año anterior (3). Los buenos números no solo son de Culiacán, sino de todo Sinaloa. En 2022 se registraron 495 homicidios dolosos; son muchos, pero menos que los mil 475 que se contabilizaron en 2017. A la luz del pasado reciente, algo extraño.

Hay muchas maneras de explicar las subidas y bajadas de la violencia en nuestro país. Casi todos los analistas coinciden en que el factor más relevante es el tipo de gobernanza criminal que sufre cada lugar; esto es, el tipo de relación que establecen las comunidades y autoridades con las organizaciones criminales en un territorio dado. Este vínculo es distinto en cada lugar y tiempo (4). ¿Cuántos grupos criminales dominan la plaza?; ¿cuáles son las disputas internas?, ¿qué tipo de relación han establecido con las autoridades? En las respuestas a esas preguntas está la clave para entender los equilibrios de violencia en casa lugar.

Es probable que el ambiente de relativa paz que vivía Culiacán en los últimos meses estuviese anclado al dominio de los Chapitos, el grupo de Ovidio y su hermano Iván Archivaldo. El tipo de gobernanza criminal —insisto en el término— que imperaba en Culiacán y el resto del estado favoreció un clima de relativa estabilidad. En otras palabras: el control territorial del grupo explica, al menos en parte, cierta reducción de la violencia.

Ojalá me equivoque, pero las próximas semanas y meses serán complicadas para los culichis. El reajuste por el poder al interior del grupo y la cada vez más cruenta batalla entre los Chapitos y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) podrán revertir la frágil gobernanza criminal que imperaba en Culiacán. Además, hay otro elemento: los hijos de Joaquín Guzmán buscarán la forma de vengar a su hermano preso.

Basta una mirada en la hemeroteca. Hace unos meses fuimos testigos de la detención del F25 —cabecilla del CJNG. Vino la venganza: el atentado a un juez de Zacatecas, el homicidio del coordinador de la Guardia Nacional en esa misma entidad y la caída del helicóptero donde viajaba el secretario de seguridad de Aguascalientes. Los grupos criminales suelen responder de manera violenta a capturas y decomisos importantes: lo hacen como muestra de poder al interior del grupo, pero también con la finalidad de evitar nuevos operativos, para acobardar al Estado (5). Es tan triste como común en el contexto de violencia estructural que vive México.

Insisto: espero equivocarme, pero ni Iván Archivaldo Guzmán se va a quedar sin mover ficha ni el CJNG va a desperdiciar el terremoto que causó la detención de Ovidio. Son dinámicas naturales de los mercados ilegales. Ha pasado antes. Termino como empecé la columna: hubo días, remotos entonces, vivos ahora, en que Culiacán fue el lugar más violento de México.

1. Froylán Enciso, “El año más violento en La Historia de Culiacán”, en Nuestra Historia Narcótica: Pasajes para (re)legalizar las drogas en México (D.F. México: Debate, 2015).

2. Carlos A. Pérez Ricart, Cien años de espías y drogas: la historia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México (D.F. México: Debate, 2022).

3. Gobierno de México, Informe de seguridad: martes 20 de diciembre de 2022. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/786526/CPM_Informe_de_Seguridad__20dic22.pdf

4. Véase, por ejemplo: Angélica Duran-Martínez, «To Kill and Tell? State Power, Criminal Competition, and Drug Violence», Journal of Conflict Resolution 59, n.o 8 (2015): 1377-1402.

5. Sobre el tema: Benjamin Lessing, Making Peace in Drug Wars: Crackdowns and Cartels in Latin America (Cambridge: Cambridge University Press, 2017).

Por Carlos A. Pérez Ricart

www.sinembargo.mx

Botón volver arriba