Pasión Divina, pasiones humanas

Mons. Sigifredo Noriega Barceló

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” Juan 12,12-16

“Andaban buscando apresar a Jesús a traición y darle muerte” Marcos 14, 1-15,47

Las cruces hechas con hojas de palmera nos invitan a pensar en el presente de nuestro futuro y el futuro de nuestro presente. Las palmas que hoy bendecimos y con las que aclamamos a Jesús en procesión solemne nos cuestionan si nuestro presente tiene futuro si sacamos a Jesús de la procesión de la vida.

Me llaman la atención las palmas hechas en forma de cruz que son ofrecidas en venta a la entrada de los templos. También los mazos de ramos que son llevados a casa para depositar en ellos deseos, anhelos, miedos, incertidumbres y… todo lo que hay en el corazón humano.

Hoy es un domingo de variados contrastes: ramos de victoria y la desconcertante pasión según san Marcos; tradiciones y modernidad; folclore festivo y meditación serena; procesiones y descanso; hosannas y crucifícales; inicio de Semana Santa y de actividades diversas… a veces, no tan santas.

Este domingo todo es pasión: la del Hijo de Dios que vive la subida al Gólgota hasta el extremo del amor; y las nuestras, que no alcanzan a recorrer con amor sereno las estaciones del viacrucis de la vida.

Pasión es el sentimiento que rige y di-rige la vida de una persona que se vuelca hacia la felicidad de personas afines. La pasión de Dios es hacia el ‘mundo’ entero; las nuestras tienen demasiado corto alcance, si acaso hacia los más cercanos en convivencia y conveniencia.

Dios, infinitamente fiel y misericordioso, no cabe en nuestros esquemas ‘apasionados’. La pasión del Señor Jesús es única, para siempre; la realidad del ‘tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único’ al alcance de quien crea en Él. La pasión de Dios siempre es vida, da vida, genera vida, temporal y eterna, desbordante, en abundancia infinita. Aplica a todos, en todos los tiempos y espacios, con especial predilección a las víctimas, los pecadores, los descartados…

La pasión humana está presente en padres y madres, hijos, hermanos, esposos, enamorados, desenamorados, entregados, dejados, fanáticos, apáticos…, de todas las edades. Hay pasiones que dan vida y pasiones que la quitan; pasiones que hacen crecer y pasiones que matan la esperanza; pasiones que llevan hasta el heroísmo del amor incondicional y pasiones que brotan del egoísmo mezquino con final destructor.

Contemplar a Jesús que entra en la pasión del amor crucificado nos permite entrar en la historia de la fidelidad salvadora de Dios. Su cruz gloriosa es causa de esperanza, fuente inagotable de perdón, medicina gratuita para curar las heridas infringidas por las pasiones que se salieron del cauce del amor, brazos abiertos para todos los que se dejen amar.

Palmas y cruces, pasión y pasiones, año 2024. Dichosos los invitados a entrar, confiada y serenamente, en la Semana Mayor de la vida. Dentro de ocho días cantaremos el aleluya de la Cruz Gloriosa. Dejemos que Dios nos abrace con su amor puntual, siempre misericordioso.

Originario de Granados, Sonora 

Obispo de/en Zacatecas

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